Punto y final
A María Papetti
– Falta un disco. El que compré el mes pasado. Y todos los recuerdos.
– Si quieres los tuyos tendrás que devolverme los míos. Y todo el amor que sentí por ti.
– ¿Amor? ¿De qué recuerdos crees que hablaba? Me refería a las fotos y cosas así.
– No me extraña que quieras dejarme. Somos de mundos diferentes.
– No, somos del mismo, pero te empeñas en decir tonterías y convertir las cosas en quimeras.
– Tu disco está en el mueble de la entrada. Donde lo dejaste. Junto a un sobre que te parecerá que está vacío, pero que está lleno de recuerdos. Adiós, querido. Adiós.
Sombras
Aristas
Nos empeñamos en querer sin saber que buscamos una vida a la medida.
Amar a otro no tiene condiciones, querer puede tener tantas como uno desee.
Nos encanta poder querer a otro para que el entorno se muestre simpático, agradable, acogedor.
Amar es entrega absoluta, rechazar parte de nosotros cueste lo que cueste. Amar es disfrutar de todo, sufrir por todo. Inalcanzable casi siempre.
Querer es dibujar una vida que marca el contorno del yo. No del tú.
No entendemos cómo no podemos hacerlo. Ni amar ni querer. Y fabricamos con trampas un querer mentiroso, enano y cicatero. Nunca el amor. Ese no se fabrica en un rato. Se construye durante toda una vida.
Podemos afirmar un amor infinito sin percibir que nuestro ademán dice justo lo contrario. El que ama sabe que tiene prohibido esto o aquello. Nunca hacer daño, nunca interpretar el dolor ajeno como algo que no le afecta, no fallar nunca. Esas son las aristas con las que pelea el que ama. El que tan sólo quiere no lucha con ellas porque le defienden. Le defienden del miedo a amar.