Ay, si los políticos tuvieran que trabajar un poquito

Carga policial durante la manifestación en la que se pidió la dimisión de Mazón y Pedro Sánchez.

Lo que está ocurriendo en Valencia y las consecuencias que van tomando forma me obliga a reflexionar sobre una realidad peligrosa, incómoda y eterna, con la que tenemos que vivir los españoles incluso cuando el dolor por la tragedia resulta insoportable. Esta DANA tan descomunal ha destrozado todo a su paso, ha acabado con la vida de más de doscientas personas, pero no ha podido con las interferencias políticas. Desde las ideas casposas que recuerdan al dictador Franco hasta el tacticismo de los políticos actuales, el catálogo de injerencias está siendo demoledor y vergonzante.

Me produce una enorme inquietud comprobar que los españoles participamos en el juego propuesto por los políticos españoles, una y otra vez, como si nos fuera la vida en ello. Es el juego de la confrontación, del odio, del guerracivilismo, de la estupidez.

Un día, alguno de ellos se inventa que ‘las 13 rosas’ eran un grupo de chequistas asesinas y despiadadas y se abre el debate entre dos partes eternamente enfrentadas. Ya se encargan de que las dos españas sigan en pie de guerra. Otro día cualquiera, el alcalde de un ayuntamiento, y los que le apoyan para tocar poder, deciden arrancar las piezas de un memorial que recordaba a las víctimas de la dictadura franquista (no de la guerra); un acto vil, injustificado y cruel. La política lo mancha todo. Da igual si un grupo sufre o si el conflicto se agrava. Un puñado de mediocres vive de esto y son capaces de hacer cualquier cosa para mantener su estatus. Ay, si tuvieran que trabajar un poco, solo un poquito, en una empresa, con sus jefes, con sus compañeros a falta de litio, con marrones adornando sus mañanas, ay.

Cualquier otro día, un tarado se dedica a construir un discurso demoledor (esa es la intención aunque el resultado suele ser un discurso insultante y superficial) que trata de destrozar el trabajo de toda una nación en tiempos difíciles cuando trataba de escapar de la dictadura. Y los españoles nos enfrentamos en las redes sociales como si no hubiera un mañana.

La clase política lanza mensajes que colocan a unos a un lado y a otros enfrente. Nunca en un mismo lugar formando un bloque solidario. Jamás. Lo hacen con timidez cuando quieren votos a barullo, pero porque les interesa y es, en realidad, falso. Los mensajes parecen claros aunque suelen estar escorados de un modo vergonzoso. Se mezclan engaños, datos inexactos u ocultos, frases tan redondas como vacías que gustan y agitan. Todo está medido, todo es exacto, quirúrgico.

Ahora bien, esta cloaca podría llegar a reventar. Revueltas, las cloacas saltando por los aires. Todo puede derrumbarse porque los políticos son mediocres haciendo esto, aquello y lo de más allá. Son unos incapaces.

Si quieren jugar a los conflictos que queden en una cafetería y discutan un poquito o que jueguen al Monopoly. Y los demás a trabajar por un mundo mejor.

Ya está bien.

G. Ramírez

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