Enamorarse

Paulette et André. Fotografía de Brassaï,1949

Enamorarse es eso que sucede mientras el mundo sigue girando, es lo que sepulta todo lo anterior, es lo que corrige la realidad en una décima de segundo. Enamorarse es perder la cabeza sin remedio, es perder la mirada a través del cristal de la ventana, es no poder leer más allá de una carta de él o de ella. Enamorarse es pegarse a un teléfono de sol a sol, no atender a lo que dicen a tu alrededor. Enamorarse es el camino más rápido que podemos tomar para convertirnos en un fantasma. Porque enamorarse significa un cambio radical, dejar de ser porque el mundo tampoco es el que era un instante antes.

Enamorarse es una auténtica locura y una forma infalible de perder los papeles. Nada importa, todo sobra salvo esa persona que parece ser la pareja de tu vida. Enamorarse es tirar la vida por la ventana, es rechazar cualquier ayuda porque a ti ya te apoyará tu Romeo o tu Julieta. Es creer que eso de ‘contigo pan y cebolla’ es tan real como la vida misma. Enamorarse es un disparate.

¿Se pasa algo así? Claro. Los que saben de estas cosas dicen que el enamoramiento puede acabar entre tres meses y tres años después de arrasar la vida de alguien. Siempre se acaba aunque el que ha vivido la experiencia puede guardar el recuerdo para volver a él una y otra vez. Si las personas tienen algo inconfesable son esos detalles que siguen intactos después de toda una vida y que son un tesoro oculto imposible de compartir.

Ruth Orkin. Couple on Beach, Coney Island, 1947

Enamorarse es pasión, es querer tirarse de cabeza contra una pared si eso te permite pasar otra noche en vela junto a él o ella. Enamorarse es llorar mientras pelas cebollas o cualquier otra cosa porque enamorarse es pasión a cualquier hora, en cualquier lugar, haciendo lo que sea.

Tranquilos porque se acaba el enamoramiento (que deja todo como unos zorros) y, con un poco de suerte, todo ese tsunami se convierte en un amor reposado, en un cariño inquebrantable, en una relación de complicidad a prueba de bombas. Y eso ya no se pasa jamás, el amor es eterno. Como el odio, más o menos.

G. Ramírez

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