Etarras arrepentidos y la grandeza de las víctimas
Atentado de ETA contra la casa Cuartel de la Guardia Civil en Vic. |
Suelo dormir como un lirón aunque la madrugada pasada me desvelé durante un buen rato. Decidí echar un vistazo a una película que tenía ganar de ver hace tiempo, ‘Maixabel’ de Icíar Bollaín, un trabajo que levantó pasiones en un extremo y en el otro, recelos, amores, críticas y halagos. Hablar del terrorismo de la banda asesina ETA no es fácil porque tomar la distancia adecuada, no blanquear, no hacer política y no pisar territorios lacrimógenos gratuitos, es una labor difícil. Sin embargo, Bollaín ni blanquea, ni arrastra al espectador a un lugar u otro, ni trata de hacer política ni busca lágrimas fáciles. Se limita a contar una historia. Los amantes del cine comprobarán que el uso que hace del plano – contraplano es espectacular, muy del estilo de los hermanos Cohen. Puro equilibrio en la película de Bollaín
Creo que no soy sospechoso de
arrimarme a ETA o de intentar que el olvido se imponga al recuerdo o a la
Historia. No lo soy. Hijo, hermano y padre de militares; he sentido el
terrorismo de ETA muy cerca. No han sido poco los conocidos que perdían a sus
padres, a sus maridos, que caían heridos de gravedad. No han sido pocas veces
las que he tenido que ver a mi padre tirado en el suelo para comprobar que no
le habían colocado una bomba en los bajos del coche. Detesto ETA y lo que
representa. Creo que era un nido de alimañas, una secta que engañó a muchos
jóvenes que confundieron los ideales nobles con una violencia envuelta por unas
explicaciones mentirosas y alejadas del mundo que merecemos todos los seres
humanos. Y pude comprobar que el País Vasco se convirtió en un lugar carente de
libertad, en el paraíso de mafiosos sin escrúpulos.
No se debe olvidar lo que pasó.
No se debe abandonar a las víctimas del terrorismo. No se puede mirar la
realidad a través del filtro del buenismo o del olvido. Fueron muchos los
muertos, fue mucho el sufrimiento, y eso no se puede reducir a la nada.
Dicho todo esto, tengo que
reconocer que una de las características de ‘Maixabel’ es la reflexión que se
hace en la propia película y a la que nos invita Bollaín. Ya saben que en este trabajo
se cuenta el asesinato de Juan María Jaúregui, exgobernador civil de Guipúzcoa,
asesinado por ETA en Tolosa. Su esposa fue la que se reunió con dos de los
asesinos de su marido en la cárcel de Nanclares de la Oca. Blanca Portillo es
Maixabel Lasa; Luis Tosar y Urko Olazábal encarnan a los terroristas y María
Cerezuela interpreta el papel de hija de la protagonista. Todos están
fantásticos.
Y pienso en el arrepentimiento de
esos salvajes; pienso en la sensación de ser unos monstruos que tuvieron (supongo
que siguen teniendo) los pistoleros de ETA que lograron arrepentirse y que
tuvieron valor para hacerlo público; pienso en la tortura que supone eso para
una persona. No juzgo ni quiero valorar si forma parte de su merecido. Sí quiero
pensar que el ser humano es capaz de enmendar lo hecho.
Pero sobre todo pienso en la capacidad de perdón de las personas buenas que han sufrido la pérdida de un ser querido, cercano. Eso no es blanquear; eso es una demostración de la capacidad infinita que tiene el ser humano para aprender a sobrevivir, a seguir adelante con esta aventura que es existir. No es nunca un signo de debilidad.
Perdonar es el gesto más valioso
del ser humano. Arrepentirse sinceramente del daño que provoca algo que haces
es casi tan difícil como perdonar y es otro gesto que hace al ser humano mucho
más grande.
El gran problema de todo esto es
que los terroristas arrepentidos son pocos; que los que están cercanos a los
presos y a la política abertzale no se han arrepentido ni lo harán jamás; dicho
de otro modo, ETA nunca se arrepintió ni lo hará; el gran problema es que el olvido
se está apoderando de un recuerdo tan necesario como justo, que el dolor ajeno
nos importa muy poco.
G. Ramírez
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