Soy más pobre de lo que parece
Fotografía cortesía de Gtres |
Ayer, una mujer, muy pija ella,
muy bien educada, de dulce verbo y mirada serena, me dijo: ‘Fíjate, he hablado
esta mañana con un par de personas que dicen conocer a un tipo que se levanta,
cada día, a las cinco y media de la madrugada. Me he quedado muerta’. Miré a la
mujer, tomé aire, acerqué la boca a su oído y dije: ‘Creo que esos son los que
trabajan. Se levantan y trabajan mañana y tarde. Les pagan muy poco y tienen
que abonar, cada mes, facturas de luz, agua, los colegios de los niños... Son
alienígenas o algo. Ya te lo digo’. ¿Cómo sabes eso? me preguntó con los ojos
muy abiertos y expresión de horror. Y fue cuando confesé ser uno de ellos y de
participar en una inmensa invasión que se ha ido produciendo durante siglos. La
conversación terminó cuando ella me dijo que siempre había pensado que yo era
pobre, pero no tanto.
Ahora, usted estará pensando que
esto es una broma y que es imposible que exista alguien que se levanta a las
once de la mañana y que no ha trabajado ni un solo día en su vida. Pues no, los
hay y siguen pensando que es imposible sobrevivir trabajando para ganar algo de
dinero y sobrevivir, que la vida es otra cosa. Efectivamente, toman al resto
por extraterrestres sospechosos. Nadie que trabaje puede ser normal y, por
tanto, es inquietante.
Los recursos están muy mal
distribuidos en este mundo. Mientras unos duermen, otros se mueren de hambre;
mientras unos trabajan, otros derrochan sin saber de dónde les llega el dinero;
mientras unos pierden el tiempo hablando de memeces, otros trabajan duro para
conseguir una beca que les permita investigar sobre la vacuna para una nueva
enfermedad que salvará la vida a esos que seguirán diciendo memeces.
La mujer de dulce verbo, mirada
serena, muy educada y pija hasta aturdir, me prometió que hoy iba a tratar de
levantarse a las ocho de la mañana. No lo ha conseguido porque se acostó
cansadísima. No he querido saber la razón de tanta debilidad. En fin...
G. Ramírez
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