¿Preferir un perro a un niño?
Gaia en Asturias |
(Lo que vas a leer a continuación
ha sido escrito por una persona enamorada de la perra que vive en su casa, un
animal que comparte espacio con una familia numerosa y a la que se ama sin límites).
Tiempo aproximado de lectura: 2’
30’’
Una sociedad incapaz de cuidar de
todos los que la integran está condenada a desaparecer o a ser aplastada por
otra. Así de sencillo.
Una sociedad que pudiera colocar
el bienestar de los animales por delante de cualquier cosa propia de los
humanos también presenta síntomas de una enorme enfermedad. Otra cosa bien
distinta es que el ser humano deba tener claro que ha adquirido un compromiso
moral con los animales que ha de ser robusto y absoluto.
Dicho esto, añado que siempre he
desconfiado de aquellos que dicen preferir a un animal antes que a un ser
humano. Debe ser que, para ellos, convivir con una mascota es una maravilla y
hacerlo con, por ejemplo, un niño es un horror. Dicen algunos que el problema
es que la gente es impertinente, malvada y retorcida; que las mascotas son
dóciles, bondadosas y no pueden esconder nada tras esa mirada cristalina con la
que nos alegran cada mañana. Lo dicen sin pensar que ellos son personas y
fueron niños y que si todos pensáramos así, el ser humano hubiera desaparecido
de la faz del planeta. El ser humano nunca ha dudado al poner las cosas en su
sitio. Y las personas no son animales. Cada cosa en su sitio. Los errores del
hombre han sido disparatados, tremendos, bochornosos. Seguimos cometiendo esos
mismos errores y, es posible, que estemos cavando nuestra propia tumba, pero
situar en el primer puesto de nuestras prioridades el cuidado y bienestar de los
animales dejando en segunda línea los propios tendría unas consecuencias
incalculables.
Los animales son, eso, animales.
Las personas son, eso, personas. Tan obvio que da miedo.
El ser humano y los animales
conviven. Lo hacen dentro de las estructuras sociales o en el ámbito natural.
Dicho de otra forma, el ser humano convive con mascotas o animales compañeros y
útiles. Con los otros no convive en absoluto. Nuestra capacidad reflexiva es la
que nos diferencia de cualquier otra especie y eso nos obliga a establecer un
trato moramente correcto con los animales, un trato que impida la extinción de
las especies o el maltrato. En este sentido, sí es cierto que un animal debe
ser tratado bien por la sociedad, tal y como lo hacemos con un niño, pero
siendo esa forma de tratar a unos y otros radicalmente distinta. ¿Cómo alguien
puede gastar cantidades obscenas en ropa para su mascota, en joyas o en
alimentos? Creo yo que el cariño y el cuidado es suficiente. Eso busca más la
satisfacción de la persona que la del animal. Los niños requieren de unos
cuidados y los animales de otros. Y hay que cuidar a todos. Entre otras cosas
porque ninguno podría sobrevivir sin esas atenciones. Tal y como está de
erosionado el planeta, ni siquiera los animales que viven al margen de la
sociedad podrán hacerlo pasado un tiempo. Es obligado que el hombre empatice
con el animal.
Si es un deber moral cuidar de
los animales es indispensable, en cualquier plano posible, que el ser humano
cuide del ser humano antes que de ninguna otra cosa. Nadie debería confundir
las prioridades porque de ello depende que sigamos pisando este planeta. Si
bien es cierto que, hasta ahora, hemos sido incapaces de cuidar de nada, ha
llegado el momento de comenzar a hacer las cosas bien.
G. Ramírez
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