¿Puede una mujer ser feminista? (I)
Las mujeres deberían ser
feministas, todas sin excepción. Pelear por conseguir el objetivo de alcanzar
la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, los mismos derechos para
todos, parece que es algo universal, algo que una mujer (o un hombre) no puede
despreciar.
Los hombres tienen difícil ser
feministas y declararlo porque les acusarán de blandos, progres (en el sentido
peyorativo que le dan actualmente algunos que entienden la progresía como un
peligro) o maricones (como si eso fuera un insulto). Los que le echan más valor
lo dicen sabiendo que pasan a engrosar la lista de sospechosos, de los que van
a estar vigilados, criticados, apartados y señalados. Que nadie se lleve las
manos a la cabeza leyendo esto porque si pensamos en los hombres que se
declaran feministas en, por ejemplo, una oficina, se acaban las dudas. No lo
hace nadie salvo el día de la cena de Navidad después de beber más de la
cuenta.
Pero es que las mujeres lo tienen
igual de difícil o más, les convierte en seres peligrosos, en personas que buscan
la gresca y acabar con el Hombre. Declararse feminista (siendo mujer) es el
camino más corto que se puede tomar para conseguir que te cuelguen la etiqueta
más clásica de todas: ‘Esta tía es una bollera’ (como si fuera un insulto). En
una empresa abanderar el feminismo (siendo mujer) es enfrentarse con los
hombres, así, sin más. Ser feminista y reconocerlo en la empresa es una
condena. Nada de ascensos, nada de ganar un poco más de la cuenta, nada de
responsabilidades (no vaya a ser que contaminen a las otras). Por otra parte la
vida en pareja (salvo que el hombre sea feminista; que lo sea de verdad porque
muchos lo dicen y no es del todo cierto) se puede desmoronar. Y podríamos
ampliar la lista aunque parece que es estéril ya que es incidir siempre en lo
mismo. Porque ser feminista convierte a la mujer en el enemigo. Por supuesto es
falso. Se puede ser aunque no se puede decir; se puede ser aunque hay que
actuar como si no lo fueras.
¿Por qué todo esto? Desde luego
el miedo del hombre a perder sus privilegios es fundamental, definitivo. Pero
se suma el miedo de la mujer a ser feminista y a proclamarlo a los cuatro
vientos. Lamento decir que, además, las mujeres, a lo largo de la Historia no
han jugado bien sus bazas.
Sea como sea, habrá quien piense
que el que dice estas cosas es un hombre y que las mujeres son las que deberían
aportar ideas y sensaciones y convicciones y lo que sea. Y es verdad. Por ello
he invitado a tres mujeres jóvenes a que digan lo que tengan que decir para ir
cimentando ideas en esta primera entrega en la que nos preguntamos si las mujeres
pueden ser feministas en el mundo actual.
Claudia Barreiro es graduada en Relaciones
internacionales y comunicación global. Tiene veinticinco años y, actualmente, vive
en Oporto.
Una mujer puede y debe ser
feminista hoy y, al menos, en los próximos treinta años. Estoy segura de que, hasta
ese momento, seguirá habiendo muchos lugares del mundo en los que las mujeres
seguirán siendo víctimas de violencia física y psicológica; en los que habrá
niñas sin acceso a la escolaridad; en los que seguirá siendo una temeridad
decidir andar sola de noche; y todo, por el hecho de ser mujeres.
Y sí, como mujer, blanca,
heterosexual y española, mis desafíos no se comparan a los de una mujer somalí a
la que, con ocho años, le fue robado el placer para el resto de su vida, o una
mujer afgana, cuya voz es, literalmente, un delito.
Y es que cada una de nosotras,
allá donde estemos, nos enfrentamos a problemas y desafíos específicos, de
mayor o menor impacto, pero todos de igual transcendencia. Al final, todos esos
desafíos se reducen a lo mismo: si fuésemos hombres, no seríamos víctimas de
ellos. Y es esa realidad, tan básica, lo que nos une a todas, haciendo que las
diferentes ramas o ideologías que se puedan dar dentro de este movimiento deban
ser secundarias.
En el feminismo cabemos todas,
porque recordando a Clara Campoamor (de paso mencionar que es una figura
totalmente infravalorada) ‘no pedimos privilegios, pedimos derechos’. Así que,
mientras exista el riesgo de que nos maten, nos violen, nos anulen o nos
infravaloren por ser mujeres, e incluso aunque esto cese, podemos, y debemos,
ser feministas, hoy y siempre.
Elena Tardieu es graduada en
Administración de Empresas. Tiene veinticuatro años y, actualmente, vive en
Dublín.
Una mujer puede ser feminista,
pero solo puede serlo si lo hace de forma consciente sin descanso. Porque el
problema radica en si es realmente posible ser feminista en una sociedad tan
marcada por una tendencia y que, al mismo tiempo, hace tan complejo vivir de
forma plenamente consciente.
Las mujeres, como los hombres,
existimos y somos en sociedad. Muchas disciplinas estudian ya a la mujer desde
un punto de vista sociológico y no exclusivamente biológico. La pregunta no es
tanto si puede ser feminista en abstracto (en cuyo caso la respuesta es sí), sino
hasta qué punto el rol y las reglas del juego que marca nuestra sociedad lo
permiten. En este matiz se encuentra la clave.
Una mujer puede ser feminista en
el ámbito profesional. Puede marcar sus ambiciones sin limitarlas a su
condición de mujer y puede aspirar a determinadas posiciones que estarían
tradicionalmente reservadas para los hombres. Sin embargo, una mujer no puede
omitir durante todas las horas de su jornada laboral un sesgo con el que ha
crecido, ni afrontar de forma ininterrumpida un sistema de baremos que no está
diseñado para reconocer de igual forma a una mujer que a un hombre.
Una mujer puede ser feminista en
el ámbito sentimental. Puede entender las relaciones como una dinámica de
iguales, en las que las tareas domésticas se reparten equitativamente, en las
que la responsabilidad afectiva entre las dos partes es uniforme. Pero una mujer
no puede esquivar de forma constante unas expectativas que vienen impuestas por
las películas que ha visto, ni una definición de ‘éxito’ en este ámbito que
tampoco es homogéneo.
Sin limitar los ámbitos en los
que una mujer puede ser feminista a estos dos últimos, creo que ejemplifican la
realidad de la pregunta, y responden a la pregunta. Una mujer no puede ser
feminista en una sociedad que todavía genera pensamientos y comportamientos
tendenciosos.
La única forma en la que esto
sería posible es asegurando un estado de conciencia absoluto que a día de hoy
es imposible, independientemente del género o el nivel de convicción.
Marichu Marti es graduada en
Historia del Arte. Tiene veinticuatro años y, actualmente, vive en Lisboa.
Intuyo que sí, que en nuestra
naturaleza no hay nada que nos aparte de eso, de la igualdad, del cuidado, de
la fuerza… Pero hace tiempo que no vivimos en la naturaleza. Eva, por supuesto
mujer, le dio una manzana a Adán y entonces se torció la cosa, porque claro, a
alguien había que echarle la culpa de tener que dejar de ir en pelotas por el
mundo para acabar poniéndonos esos pantalones que tan buen culo nos hacen.
Porque seamos sinceros, ni para vestirnos podemos serlo. ¿Creo que una mujer
puede ser feminista? Sí. ¿Hoy? Puede intentarlo, pero vivimos en ciudades
contaminadas llenas de humo y gritos y carteles y banderas que han ensuciado el
propio significado del feminismo. ¿Puede una mujer ser feminista? Es una
pregunta difícil porque ya me aleja como mujer de la propia idea del feminismo,
ya me ata a ser una mujer que tiene y debe serlo, no que nace siéndolo. Creo
que la pregunta tendría que ser ¿puede el ser humano ser feminista? Así la cosa
empezaría mejor.
G. Ramírez
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