¿Puede una mujer ser feminista? (II)
Betty Friedan |
Las mujeres tienen algunas
dificultades para ser feministas. Y una de ellas es la división dentro del propio
movimiento feminista. ¿Es posible que unas mujeres se pongan enfrente de otras
hablando de feminismo? Lo es.
Al comenzar la tercera ola del
feminismo -tras la publicación de ‘El segundo sexo’ de Simone de Beauvoir, obra
que marcaría la pauta del feminismo tras la Segunda Guerra Mundial y que
serviría de nexo con la tercera ola del movimiento- el feminismo liberal tuvo
un enorme protagonismo. Este dibujó, en sus inicios, la situación de las
mujeres como claramente desigual aunque no como una opresión o una explotación;
buscó la igualdad entre sexos, una integración real en la esfera pública y en
el mercado laboral en igualdad de condiciones. Era un feminismo que se organizó
alrededor de la Organización Nacional de Mujeres (NOW por sus siglas en
inglés), una organización pionera que, todavía hoy, conserva buena parte de su
esencia aunque adaptada a los nuevos tiempos. Nació y creció en Estados Unidos.
Sigue siendo una de las organizaciones feministas más poderosas e influyentes
de aquel país.
Betty Friedan fue una de las
fundadoras de NOW y presidió la entidad en 1966, año en el que nace la
organización dentro del marco de la idea de igualdad, de libertad en
democracia; nada que ver con movimientos políticos o sexuales. En palabras de la
propia Friedan ‘no se trataba en absoluto de un grupo oprimido que se hace con
el poder y se dedica a oprimir a sus antiguos opresores. Aquello era una
revolución y un concepto totalmente nuevo. Un movimiento de mujeres que luchaba
por la igualdad en una asociación auténticamente igualitaria con los hombres’.
Nada de guerras, nada de trincheras, nada de facturas sin pagar, nada de
acusaciones absurdas ni señalamientos que convirtieran al hombre en una especie
de monstruo violador y opresor. Como comienzo no estaba nada mal y era difícil
que todos se fueran uniendo a la idea.
Betty Friedan escribió un libro
fantástico que fue el germen de todo esto, ‘La mística de feminidad’. Cualquier
persona que quiera entender el feminismo moderno debe echar un vistazo a la
obra.
Pues bien, todo ese feminismo
liberal fue sustituido por el radical, otro tipo de entender las cosas que
colocaban las piezas sobre el tablero de forma diferente y, sin duda, menos
favorecedora para avanzar en el camino que lleva a la igualdad de sexos en
todos los sentidos posibles. Si el feminismo siempre causó rechazo entre los
hombres más acomodados en la diferencia entre sexos, el feminismo radical
provocó que esos hombres encontraran excusas en cada esquina para afianzar su
postura.
Si centramos la atención en
España, en el feminismo más extremo que el Ministerio de Igualdad de Irene Montero
quiso imponer a toda costa, comprobamos que el feminismo clásico era aplastado
por una especie de guerra sin cuartel contra el hombre, contra eso que se
conoce como patriarcado, contra el feminismo liberal (o cualquier forma de
diálogo entre hombres y mujeres en igualdad y sin rencores). Y esto ha alejado
a muchas mujeres de la lucha feminista. Ya sé que es todo mucho más complejo,
pero el resumen puede ser mucho más exacto de lo que parece. De hecho, solo
hace falta ver las manifestaciones del 8M para percibir una división profunda
entre las distintas sensibilidades feministas.
El feminismo nunca puede ser
violento, o un eterno reproche, o una guerra sin cuartel contra el hombre. El
feminismo no puede tener como grandes objetivos la política o el sexo. Eso
desvirtúa la idea de feminismo y convierte el movimiento en algo que deja atrás
mucha esencia primigenia y muchos avances que se han diluido entre tanta niebla
y tanto ruido. Igualdad entre sexos y democracia. Eso es el feminismo en
esencia.
A mí no me sorprende que si el
feminismo es una propuesta como la de Irene Montero y sus adláteres muchas
mujeres se bajen y prefieran esperar al tren de la igualdad absoluta.
G. Ramírez
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