Sojourner Truth o el calvario de ser mujer y negra

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Me parece fascinante la figura de Sojourner Truth, una mujer negra que, durante buena parte del siglo XIX, luchó por los derechos de las mujeres, que trazó el camino correcto de la igualdad y que dejó clara la postura tramposa e interesada de los hombres respecto a las mujeres. Y me deja perplejo que las cosas sigan siendo bastante parecidas en este momento, ya metidos de lleno en el siglo XXI. Si bien es cierto que han mejorado algunas cosas, la esencia del problema permanece intacta; podríamos decir que se ha maquillado una situación en la que se retrocede si existe el más mínimo contratiempo. Basta que un Ministerio haga un planteamiento de trincheras innecesario para que todo retroceda de forma casi brutal.

Sojourner Truth (‘Verdad Viajera’ es una traducción literal del nombre), llegó al mundo en 1797 en Ulster County (Nueva York). Nació esclava y huyó junto a su hija menor a Canadá en cuanto tuvo ocasión de hacerlo. Volvería un año después, en 1827, cuando se declara la abolición de la esclavitud en Nueva York.

Fue la primera mujer negra de Estados Unidos capaz de ganar en los tribunales a un hombre blanco, al mismo que había comprado a su hijo más pequeño como esclavo. Ella quiso recuperar a Peter (así se llamaba) y lo consiguió con ayuda de los tribunales.

Sojourner Truth.

Sojourner Truth  fue sufragista de la segunda ola feminista, fue feminista en ese momento en el que las mujeres volvían a levantar la voz con fuerza, ese tiempo en el que las mujeres eran excluidas de casi todo lo que tuviera que ver con la realidad más allá de la puerta de casa. Las mujeres de clase acomodada eran una especie de trofeo para el marido, eran mujeres que no trabajaban porque lo tenían prohibido por los maridos, que no podían hablar de política porque eso era cosa de hombres. Eso las que más suerte tenían entonces. Imaginen como era la mujer de una clase social más desfavorecida; sencillamente, era una mujer invisible.

Con cerca de cincuenta años, Truth viaja por el este y medio oeste de Estados Unidos buscando la abolición de la esclavitud, pidiendo el voto femenino, peleando por la desaparición de la pena de muerte, proclamando los derechos de los nuevos hombres libres y la reforma penitenciaria.

Las mujeres estaban en clara desventaja. Las mujeres negras vivían un calvario. Por ejemplo, Sojourner Truth era analfabeta puesto que los esclavos tenían prohibido, bajo amenaza de pena de muerte, leer y escribir. Y sin educación, como ahora sabemos y tenemos tan claro, era imposible tener oportunidades siendo mujer y, mucho peor, siendo una mujer negra.

En 1850, acude a la Primera Convención Nacional de Derechos de la Mujer; no hace falta decir que era la primera y única mujer negra. Un año más tarde pronuncia el famoso discurso titulado ‘¿Acaso no soy una mujer?’ en la Convención de Akron, un discurso que hablaba sobre ser mujer y ser negra al mismo tiempo, del auténtico desierto que suponía vivir bajo tanta exclusión. La diferencia de género y la de raza unidas es mucha carga.

Miriam Scheneir en su libro ‘Feminism, The Essential Historical Writing’ menciona ese discurso en el que se marcó el camino para las feministas negras de Estados Unidos y en el que se dejó bien claro que las debilidades de las mujeres respecto a los hombres eran pura fantasía y excusa para que los hombres siguieran teniendo el control absoluto. Este es el principio del discurso: ‘Ese hombre de allí dice que las mujeres necesitan ayuda al subirse a los carruajes, al cruzar las zanjas y que deben tener el mejor sitio en todas partes. ¡Pero a mí nadie me ayuda con los carruajes, ni a pasar sobre los charcos, ni me dejan un sitio mejor! ¿Y acaso no soy yo una mujer? ¡Miradme! ¡Mirad mi brazo! He arado, plantado y cosechado; y ningún hombre podía superarme. ¿Y acaso no soy yo una mujer?'.

Truth dejó abierta, de par en par, la puerta de la igualdad y luchó por los derechos de la mujer (de todas las del mundo sin tener en cuenta el color de piel). Era mujer, quería ser mujer y que se le reconociera como tal.

Vidas como la de Sojourner Truth me hacen reflexionar sobre las enormes diferencias con las que deben vivir las mujeres de hoy, sobre las calamidades que han sufrido siempre. Y me hace sentir cierta vergüenza porque, al fin y al cabo, tampoco hago demasiado para que las cosas pasen; me limito a decir que las cosas van mejor y poco más.

Las feministas deben tener claro que sin la presencia del hombre no hay nada que hacer, que somos parte interesada en todo esto y que no se puede colocar al hombre enfrente de la mujer: unos al lado de las otras. Y los hombres deben (debemos) atrevernos a dejar que se nos arrimen para llegar a un acuerdo inmenso y necesario que nos coloque en situación de igualdad. O todos nos ponemos manos a la obra o estamos perdidos.

Ojalá sea pronto.

G. Ramírez

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