Teorías conspirativas e ignorancia colectiva

Estamos cerca de cargarnos un cuarto del siglo XXI y, cada día que pasa, la desinformación con la que vivimos es mayor, la ignorancia es más atrevida y las voces (sin interés alguno, estúpidas, mentirosas o irrelevantes) que se escuchan en redes sociales se multiplican. Es decir, el mundo es mucho peor que hace unos años, se impone la mediocridad y el futuro es incierto. ¿Qué puede salir mal?

Algo que nos puede indicar las tendencias actuales, y nos pueden hacer pensar en la que nos viene encima, es la enorme cantidad de teorías conspirativas que van proliferando en entornos que amplifican cualquier cosa de una forma inimaginable hasta hace cuarenta años. La informática ha puesto nuestra civilización patas arriba y, posiblemente, al borde la desaparición, al menos tal y como la conocemos.

El mundo se ha llenado de sujetos que quieren aparentar ser muy listos, que intentan convencer a otros de tener una sabiduría a prueba de bombas que les permite esquivar las ideas falsas que los Gobiernos del mundo entero quieren inculcar a las personas para controlar sus voluntades. Aunque, en realidad, ni son listos ni atesoran nada que no sea una ignorancia atroz que les ha creado un complejo inmenso.

La Tierra es plana; las vacunas contienen nanorobots y microchips diminutos; la luna es una proyección y, en realidad, no existe y, por supuesto, jamás fue visitada por el hombre; cada día, desde los aviones, rocían las ciudades con productos químicos para que llueva o para que la sequía se alargue, para controlar la natalidad o para cualquier cosa (los productos químicos posibles son casi infinitos); el 11S fue cosa del Gobierno de los Estados Unidos de América; la calima africana es, en realidad, una enorme cúpula que el Gobierno quita o pone como si fuera un toldo enorme, como una cúpula inmensa… Hay más aunque no quiero producir esguinces mentales entre mis lectores.

Esto es reflejo, en parte, de lo que somos. Muchos dirán que ellos se encuentran al margen de todas estas ideas tan peregrinas y tan propias de ignorantes aunque son pocos los que pueden explicar la razón por la que creen que la Tierra es redonda o por la que creen que la luna existe. Precisamente, una de las razones por las que los que viven inmersos en el universo conspirativas es que ‘los demás’ se tragan sin rechistar la teoría oficial sin plantearse alternativas, creyendo sin más. Lo dicen como si estuvieran hablando de creer en Dios o algo así, como si la ciencia no hubiese demostrado que la calima es una acumulación de polvo del desierto o que las vacunas nada tienen que ver con el autismo. En definitiva, la ignorancia es bastante general, es una pena.

En la sociedad actual, si no sabemos de medicina lo que procuramos es tachar a los médicos de matasanos para poder aportar nuestro granito de arena; si no sabemos una palabra sobre meteorología tachamos a los expertos de charlatanes; en la sociedad actual todo el mundo puede ser escritor, todo el que tenga internet se puede convertir en una mente privilegiada que explique cómo funcionan las cosas. En la sociedad actual, estamos colocando las piezas en el lugar exacto para que desaparezcamos como especie más pronto que tarde.

Unos se han quitado la venda que han colocado los poderosos durante siglos y tratan de quitársela a los demás. Porque ellos saben que, por ejemplo, la Covid-19 fue una invención de los políticos de todo el mundo o que en el Área 51 de Estados Unidos hay cuerpos extraterrestres para dar y tomar. Y eso.

G. Ramírez

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