Auschwitz o el miedo de los niños antes de morir
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¿Podemos llegar a imaginar el miedo que pasaron los niños y niñas judías antes de entrar en una sala enorme, sucia y oscura, que se convertiría en su tumba minutos después?
Siendo muy joven comencé a
interesarme por lo que había sucedido en los campos de exterminio nazi durante
la II Guerra Mundial. Apenas sabía nada sobre el asunto hasta que escuché a un
sujeto negar que eso hubiera ocurrido, que fuese verdad, que todo era ‘un
montaje chusco de los comunistas de mierda que querían dejar el mundo hecho
unos zorros’. Aquel tipo era militar y durante toda su vida demostró que un ser
humano puede llegar a ser mezquino hasta más no poder. Mejor olvidar lo que
decía y trataba de defender. El caso es que decidí investigar hasta donde
pudiera y, poco a poco, he ido acumulando datos, imágenes, amargura y lágrimas.
Por supuesto, la verdad de Auschwitz es innegable y nunca seremos capaces de
entender lo que sufrieron cientos de miles de hombres, mujeres y niños. Solo
ellos supieron o saben (un puñado de ellos) que fue aquello.
¿Cómo fueron esos últimos sonidos que escucharon esos niños antes de perder la vida? Gritos, estertores, lamentos, súplicas…
Escuché aquella negación de lo
que conocemos como Holocausto mientras en la pantalla se veían imágenes de Auschwitz,
lugar siniestro sin posible comparación que fue el séptimo campo de concentración
fundado por los nazis. Desde 1979 es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco
bajo el nombre oficial de Auschwitz-Birkenau
Campo nazi alemán de concentración y exterminio (1940-1945) y, tal vez, el
recinto más triste y lleno de dolor de la Historia. Se abrió, en mayo de 1940, aprovechando
unas antiguas barracas militares en la ciudad de Oświęcim (Polonia). Aquellas
imágenes en blanco y negro me impactaron, me hicieron remover sobre el asiento,
provocaron que sintiera auténtico terror al saber hasta qué punto de maldad
puede llegar el ser humano. Aún hoy, siento pavor, una inmensa pena y una
tristeza que pesa como el cielo oscuro sobre los hombros.
¿Qué tipo de persona fue capaz de señalar a un bebé de siete meses para que le enviasen del andén a la cámara de gas?
Entre el otoño de 1941 y el
verano de 1942, con Estados Unidos participando de la guerra y la URSS invadida
por los alemanes, los nazis crean en Polonia
seis campos de exterminio para completar la ‘Solución final’. Uno de ellos fue
Auschwitz II-Birkenau, situado a tres kilómetros del original. En Birkenau, el ochenta
por ciento de los prisioneros fueron asesinados en la cámara de gas (se utilizón
Zyklon B). Eso supuso la muerte de un millón cien mil personas de los que algo
más de novecientas mil eran judías. La tarde del sábado 27 de enero de 1945 el
60º Cuerpo del Ejército de la URSS entraba en ese campo de exterminio y se
descubría uno de los episodios más oscuros y crueles –tal vez el peor de todos-
de la historia de la Humanidad.
Es hombre quien mata, es hombre quien comete o sufre injusticias; no es hombre quien, perdido todo recato, comparte la cama con un cadáver. Quién ha esperado que su vecino terminase de morir para quitarle un cuarto de pan; está, aunque sin que sea culpa suya, más lejos del hombre pensante que el sádico más atroz. (Primo Levi, ‘Si esto es un hombre’)
Desde aquel día en el que escuché
a un ser humano negar una masacre en nombre de no sé qué cosa, busqué sin descanso
y encontré obras en las que se contaba qué había pasado allí. Me conmocionó el
cómic de Art Spiegelman, ‘Maus’; desde entonces no he dejado de ver películas
que trataban el asunto (‘Shoah’ o ‘La zona interés’ me vienen a la cabeza por su
contundencia y su crudeza); y devoré miles de páginas de distintos libros (de
todos ellos me quedo con las obras testimoniales y, en particular, con la que
firmó Primo Levi, la ‘Trilogía de Auschwitz’, compuesta por ‘Si esto es un
hombre’, ‘La tregua’ y ‘Los hundidos y los salvados’. No voy a negar que,
algunas veces, me sentí saturado por la cantidad de información que manejaba; y
es que tanto dolor, tanta mugre sobre la Humanidad fatiga y se hace insoportable;
pero sigo mirando y, si me es posible, sigo animando a otros a que descubran
una página horrible para que no se olvide jamás lo que el ser humano hizo.
¿Se puede escribir un poema bello después de Auschwitz?
No quiero ser alarmista aunque creo
importante decir que, ahora, después de ochenta años, no podemos permitirnos el
lujo de reducir el Holocausto a unas imágenes tremendas y a una memoria endeble
y reservada a judíos y poco más. Lo importante es que entendamos que Auschwitz
fue el resultado de un proceso que comenzó mucho antes de que se abriera el
primer campo de exterminio nazi, que fueron muchos los que miraron a otra
parte, que muchos apoyaron la maldad y el dolor como forma de vida. No quiero
ser alarmista aunque estamos viviendo tiempos que invitan a pensar en que
aquello que pasó podría volver a ocurrir si no somos capaces de detener a los
que defienden el racismo, la supremacía, la xenofobia o la homofobia, como
ideologías tan valiosas como las demás. No lo son, esas ideas son trituradoras
de personas y solo eso. No debemos consentir ni un chiste, ni una opinión que
intente justificar o blanquear lo que pasó dentro de aquel campo de exterminio.
Cuidado con el fascismo porque las
máscaras con las que se puede presentar son muchas y difíciles de arrancar.
Mucho cuidado.
G. Ramírez
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