El edadismo y la estupidez

© Roger Ballen. Sergeant F. de Bruin, Department of Prisons employee, Orange Free State, 1992

Los jóvenes creen ser inmortales, creen que la vida no se agota ni te agota. Los jóvenes confían en que la muerte se va a cebar con los mayores. Y tienen razón, hace estragos entre los mayores. Pero la muerte es cosa de todos, es nuestro patrimonio universal y de ella no te libra ni la juventud, ni la oración, ni una rave ilegal, ni mirar por encima del hombro a la parca. Pero esto se aprende con el paso del tiempo.

Sé que esto es así porque también fui joven y pensé esas cosas, y desprecié la vejez, los años sumados a las canas. Creí que nunca llegaría el momento de mirar el espejo y sorprenderme con lo que vería en el reflejo. Fui arrogante con los mayores, me parecieron lentos, torpes con lo nuevo. Miraba y me parecían una caricatura. Fui un imbécil de campeonato. Pero esto se aprende con el paso del tiempo.

He estado pensando estos días sobre eso que conocemos como edadismo, la forma de discriminar en un grupo al mayor por el hecho de serlo. Y creo que tiene bastante que ver con la inmortalidad inventada de los más jóvenes. No queremos saber nada de lo viejo, de lo desgastado, de lo que nos pueda estropear nuestra vida plena. Incluso los mayores somos edadistas con los más mayores. No se hace mucho caso a los mayores porque ya dijeron en su momento lo que tuvieron que decir. Por supuesto, es una injusticia y una falsedad tan peligrosa como definitiva para las personas. La experiencia es algo que actualmente apenas se valora y esa actitud ha convertido casi todo en un auténtico desastre. Si vamos al bar los camareros tiran cerveza sin gracia alguna, el asesor de seguros no sabe ni lo que dice y le detectas a la primera su afán por contratar pólizas aunque la chapuza sea monumental, o si ves trabajar a los jóvenes jardineros te dan ganas de echar un cable para que no destrocen las plantas. Y es que en las empresas han liquidado a los mayores, a los que ganaban más y los han sustituido por otros que ganan mucho menos y que no tienen a quién preguntar. Así es muy difícil mejorar.

Es verdad que la vejez es fea y que todos preferimos el olor a talco, es verdad que los más viejos en las empresas tendemos a dar el coñazo, pero también es cierto que sin los mayores, sencillamente, no habría nadie sobre el planeta.

Creo yo que deberíamos dar espacio a los mayores en cualquier ámbito. Respetar las canas, escuchar sus consejos y dejarnos de tanta tontería. Aquí se viene a lo que se viene; nadie es inmortal y construir una forma de entender las cosas desde una infinitud inventada es un error garrafal. Aunque esto se aprende con el tiempo.

G. Ramírez

Comentarios

Form for Contact Page (Do not remove)