La Isla de las Tenciones o la promesa de no trabajar en la vida
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Montoya, todavía sin arrancarse la camisa, patea el soporte de la tablet en La Isla de las Tentaciones. / Mediaset |
La isla de las Tenciones es un
programa que se graba en un lugar paradisiaco. Las casas en las que se mueven
los participantes son enormes, lujosas, representan eso que muchos querrían
para sí. Las playas son maravillosas, tan largas que no dejan ver el final, de
arena blanca. Todo es idílico. Todo salvo el grupo de jóvenes que ocupan esos
lugares para convertir un palacio en un verdadero estercolero. Todo salvo
comprobar que una persona puede plantar los leños a su pareja por un puñado de
euros, unos cuantos seguidores en redes sociales, bolos por las discotecas los
fines de semana y cosas parecidas.
Si juntamos a veinte sujetos con
ganas de hacerse famosos para no pegar un palo al agua en su vida, les damos
alcohol, comida sabrosa y hamacas para dormitar buena parte del día; si juntamos
a veinte jóvenes con las hormonas en píe de guerra y les prometemos que cuanto
más den la nota más van a triunfar; lo que conseguimos es que ese grupo se
convierta en una irrisión que, por supuesto, no es ejemplo de nada y para
nadie.
La Isla de las Tentaciones es un
programa en el que los valores que más cotizan son negativos, son la cochambre
moral. El programa no va de amor; en este reality
se ventilan los celos, las infidelidades, la falta lealtad o la envidia. Si
eso abunda, el programa obtiene mejores resultados de audiencia. El programa no
va de amistad o de respeto, al contrario, todo vale si se quiere alcanzar el
objetivo de ser famoso. Insultar a novio de una mujer, ser grosero con la
pareja o traicionar la confianza de cualquier otro está más que cotizado.
Los participantes son unos
cazurros. Siento ser tan brusco, pero son unos cazurros de manual. Lo son tanto
que no se percatan de que el programa no va de poner a prueba el amor que
sienten por su pareja sino de cómo dejar a tu novio en poco tiempo sacando rentabilidad
a la tragedia. Y son una muestra (todos sin excepción) de una falta de cultura
elemental que da miedo. Lamentablemente, de algo que se contagia con suma
facilidad. Un ejemplo pequeño que puede servir para explicar lo que digo y que parece
pasar desapercibido aunque tiene gran importancia. Toda esa caterva de borricos
se dedica a destrozar el lenguaje en cuanto abren la boca por la mañana si es
que se levantan antes del atardecer. Se dicen sin descanso que se aman mucho.
¡Se aman mucho! No parecen saber que amar es una especie de estriptis
emocional, que no se puede decir más con una sola palabra. Pero en La Isla de
las Tentaciones se usa el verbo amar para cualquier cosa y se le añade el
adjetivo indefinido ‘mucho’ para que parezca que el amor que se siente es mayor;
piensan que así la expresión es mucho más poderosa aunque en realidad añadir el
adjetivo rebaja la solidez del término. Es igual que si digo te quiero y añado
mucho. Te quiero se lo puedo decir a mi esposa. Te quiero mucho se lo puedo
decir a mi bulldog sin generar escándalo. Decir al perro que le amo ya queda
más raro. En definitiva, estos zoquetes destrozan el lenguaje en televisión y
todos aquellos que lo ven dan por buena la opción y la hacen suya. El resultado
es que, cada día que pasa, el uso del lenguaje entre los jóvenes es más
espantoso. Tanto es así que ya no saben lo que dicen y recurren a muletillas
estúpidas para ganar tiempo en la reflexión. ¿Han escuchado eso de ‘en plan’?
Millones de veces. Pues es el resultado de tanto vacío.
La Isla de las Tentaciones representa
lo peor de lo que puede ser la juventud. Por fortuna, los jóvenes estudian,
trabajan, se mueven con educación por el mundo y no se dedican a buscar atajos para
ganar dinero fácil y no mover un dedo antes de las cuatro o las cinco de la
tarde.
Dicho todo esto, reconozco que
tiene su gracia ver cómo un muchacho se arranca la camisa dando gritos de
desesperación justo antes de tocar el culo a una joven que dice ser tentadora y
que pone a prueba la resistencia del hombre ante eso, ante un culo. Porque la
inteligencia no se valora mucho en este programa.
G. Ramírez
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