La Isla de las Tentaciones: Cornudos, hienas y meteoritos

La Isla de las Tentaciones es el programa más disparatado de la televisión actual

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La Isla de las Tentaciones es un programa bochornoso, vergonzoso, lamentable y estúpido. Pero, también, es hipnótico, gracioso y disparatado. Por otra parte, a estas alturas no faltan los que piensan que todo está dirigido, que el guion ya está escrito y que se ven más secuencias preparadas que otra cosa, por lo que el debate crece sin pausa.

El tal Montoya es uno de esos jóvenes que dicen participar en el programa para poner a prueba su amor, su fidelidad, su capacidad para superar situaciones extremas. Y es el joven que ha demostrado no ser capaz de controlar nada de nada, que su amor era de cartón piedra y su fidelidad más enclenque de lo esperado. Pero tiene gracia ver cómo reacciona ante imágenes que no aguantaríamos el 95 por ciento de los hombres sin cometer una locura sin solución. No construye una frase de forma correcta (¡ni una!), es un sujeto sin aristas aunque vacío. Este es de los que demuestran que se puede vivir con un cociente intelectual de un solo dígito. Ser así es compatible con la vida y, con suerte, te ayuda a ser famoso en el mundo entero (no sé si mola ser conocido por tener unos cuernos como la Torre Picasso, pero conocido es).

Su novia, una tal Anita, es una muestra de idiotez definitiva o de un cinismo que roza la indecencia. Pone los cuernos al pobre Montoya y se excusa porque a ella ‘le nace’, porque su conexión con uno que menciona un carricoche, con frecuencia y sin sentido alguno, es mental, sentimental, verdadera. Si el pobre Montoya se beneficia a una joven es puro guarreo según Anita. En fin, espectacular. Estas cosas tan exóticas y tan extravagantes me hace pensar que todo es real, que nada está preparado. No creo que existan guionistas tan mediocres como para escribir algo tan inverosímil.

Esta Anita hace pareja (artística) con otra joven llamada Bayan. Se alegran de ser malas y conspiradoras cuando son, en realidad, bobas hasta el dolor. Y se pasan las horas pensando en cómo hacer que todas sus compañeras se la jueguen a sus novios y así hacer pandilla y que no destaque tanto lo que hacen.

Podría seguir aunque no merece la pena. Cuernos, lágrimas de cocodrilo, risas con aroma a copa de garrafón, destrozo del idioma, estupidez a espuertas y una muestra de lo que es parte de la juventud española. De jóvenes estudiantes, comprometidos con el esfuerzo o con una inteligencia media, no han llevado a nadie.

Dicho todo esto, insisto en que el programa es hipnótico puesto que vemos en la pantalla todo lo que ha sido prohibido durante siglos y escandaloso en buena parte del mundo. Y yo lo veo como cualquiera que quiera desconectar de la cruda y hostil realidad. Pierdo unos minutos de lectura (no sería capaz de tragarme un capítulo entero ni bajo tortura), pero me hace gracia mirar y pensar que vamos derechos a la desaparición como especie. Y es que somos gilipollas perdidos y no merecemos otra cosa que no sea un meteorito del tamaño de la provincia de Badajoz en pleno Mar Menor.

G. Ramírez

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