La Isla de las Tentaciones: Cornudos, hienas y meteoritos
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La Isla de las Tentaciones es el programa más disparatado de la televisión actual |
Tiempo estimado de lectura: 2' 15''
La Isla de las Tentaciones es un
programa bochornoso, vergonzoso, lamentable y estúpido. Pero, también, es
hipnótico, gracioso y disparatado. Por otra parte, a estas alturas no faltan
los que piensan que todo está dirigido, que el guion ya está escrito y que se
ven más secuencias preparadas que otra cosa, por lo que el debate crece sin
pausa.
El tal Montoya es uno de esos
jóvenes que dicen participar en el programa para poner a prueba su amor, su
fidelidad, su capacidad para superar situaciones extremas. Y es el joven que ha
demostrado no ser capaz de controlar nada de nada, que su amor era de cartón
piedra y su fidelidad más enclenque de lo esperado. Pero tiene gracia ver cómo
reacciona ante imágenes que no aguantaríamos el 95 por ciento de los hombres
sin cometer una locura sin solución. No construye una frase de forma correcta
(¡ni una!), es un sujeto sin aristas aunque vacío. Este es de los que
demuestran que se puede vivir con un cociente intelectual de un solo dígito.
Ser así es compatible con la vida y, con suerte, te ayuda a ser famoso en el
mundo entero (no sé si mola ser conocido por tener unos cuernos como la Torre
Picasso, pero conocido es).
Su novia, una tal Anita, es una
muestra de idiotez definitiva o de un cinismo que roza la indecencia. Pone los
cuernos al pobre Montoya y se excusa porque a ella ‘le nace’, porque su
conexión con uno que menciona un carricoche, con frecuencia y sin sentido
alguno, es mental, sentimental, verdadera. Si el pobre Montoya se beneficia a
una joven es puro guarreo según Anita. En fin, espectacular. Estas cosas tan
exóticas y tan extravagantes me hace pensar que todo es real, que nada está
preparado. No creo que existan guionistas tan mediocres como para escribir algo
tan inverosímil.
Esta Anita hace pareja (artística)
con otra joven llamada Bayan. Se alegran de ser malas y conspiradoras cuando
son, en realidad, bobas hasta el dolor. Y se pasan las horas pensando en cómo
hacer que todas sus compañeras se la jueguen a sus novios y así hacer pandilla
y que no destaque tanto lo que hacen.
Podría seguir aunque no merece la
pena. Cuernos, lágrimas de cocodrilo, risas con aroma a copa de garrafón,
destrozo del idioma, estupidez a espuertas y una muestra de lo que es parte de
la juventud española. De jóvenes estudiantes, comprometidos con el esfuerzo o
con una inteligencia media, no han llevado a nadie.
Dicho todo esto, insisto en que
el programa es hipnótico puesto que vemos en la pantalla todo lo que ha sido
prohibido durante siglos y escandaloso en buena parte del mundo. Y yo lo veo
como cualquiera que quiera desconectar de la cruda y hostil realidad. Pierdo
unos minutos de lectura (no sería capaz de tragarme un capítulo entero ni bajo
tortura), pero me hace gracia mirar y pensar que vamos derechos a la
desaparición como especie. Y es que somos gilipollas perdidos y no merecemos
otra cosa que no sea un meteorito del tamaño de la provincia de Badajoz en pleno
Mar Menor.
G. Ramírez
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