Los hombres practicamos feminismo de salón
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Los hombres somos feministas de
salón. Eso algunos, eso los que nos declaramos feministas, los que queremos
pensar que somos hombres modernos y comprometidos con la igualdad entre hombres
y mujeres. Otros siguen pensando que el feminismo es lo contrario al machismo y
que es cosa de maricones.
Somos feministas de salón porque
todavía son las mujeres las que soportan el peso de los hogares, incluyendo
criar a los hijos, y no movemos un dedo para cambiarlo. ¿Cuántos hombres
deciden dejar su trabajo al tener hijos o buscan una conciliación seria con su
vida familiar? Somos feministas de salón porque, de vez en cuando aunque
queramos ocultarlo, se nos escapan ramalazos machistas hasta el dolor. Chistes
machistas, comentarios machistas, actitudes machistas, de todo machistas.
Somos feministas de salón porque
no queremos ver que la desigualdad entre hombres y mujeres, en el seno de las
empresas, es descomunal. No queremos ni sabemos qué hacer si miramos y nos
encontramos con esa realidad. Es un problema tan arraigado, tan transversal y
estructural, que nos sobrepasa y nos bloquea.
Es verdad que, en la actualidad,
una forma de entender el problema de forma agresiva en exceso hace que se
produzcan situaciones de persecución injustificada, sin fundamentos y estúpida,
a determinados hombres; es verdad que hay quien quiere pasar de un extremo
injusto a otro tan injusto o más que el primero. Es verdad que, hoy, si una
mujer te quiere hacer una faena no encuentra demasiados impedimentos para
lograrlo. La verdad es que algunas mujeres que se creen feministas lo son tan
de salón como lo podemos ser los hombres. Pero el conjunto de las mujeres sigue
jugando en desventaja y las siguen matando sus parejas o ex parejas, y son
violadas cuando los ejércitos entran en las ciudades conquistadas, y son
relegadas al segundo plano en las sociedades por el hecho de ser mujeres.
Los hombres, en general, vamos de
modernos sin serlo. Y si lográsemos ser feministas de verdad otro gallo
cantaría. La única solución es que el hombre se convierta al feminismo en masa,
que olvide las viejas excusas y se ponga al mismo nivel en el que se encuentran
las mujeres.
Antes, las mujeres estaban
obligadas a amamantar a sus hijos porque no había otra posibilidad. Hoy existen
biberones poco más o menos siderales con tetinas alucinantes y leches que
pueden sustituir a la materna sin problema alguno. El hombre puede hacerse
cargo de la alimentación de un bebé. Antes las mujeres que estudiaban eran
casos extraños. Hoy son más y están igual de bien preparadas que los hombres.
Antes, el mercado laboral de la mujer era híper reducido. Actualmente, ocupan
puestos diversos y de gran responsabilidad demostrando que pueden hacerlo sin
problema alguno. Hay muchos más ejemplos que estos.
Ya no hay excusa. Lo único que
faltan son las ganas de cambiar por parte de los hombres. Ganas de ceder
terreno y oportunidades, ganas de ser solidarios, ganas de mejorar el mundo.
G. Ramírez
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