Mascotas, veterinarios, medicamentos y leyes
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Gaia |
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El Real Decreto 666/2023,
conocido como Ley del Medicamento o Ley de Medicamentos Veterinarios ha creado
un enorme revuelo entre los veterinarios de toda España y, por simpatía, entre
las personas que tienen animales a su cargo. Con esa ley se limita el uso,
administración y receta de medicamentos (sobre todo de antibióticos) por parte
de los veterinarios. Y esas limitaciones han sido causa de algunos problemas
que han costado la vida a algunos ejemplares y de tener que afrontar multas muy
importantes por parte de los profesionales que no cumplen con la norma. En
situaciones urgentes, parece que las limitaciones que impone el reglamento de
la ley puede ser muy peligroso para el animal enfermo.
Pero estas cosas hay que
analizarlas con sumo cuidado y teniendo en cuenta antecedentes y modos de hacer
que pueden justificar algunas cosas. Es raro que un Reglamento como es el UE
2019/6 del Parlamento Europeo y del Consejo de 11 de diciembre de 2018 sobre
medicamentos veterinarios salga de la nada y no se sostenga sobre una lógica bien
construida. Lo mismo puede decirse de la adaptación que se ha realizado en
España por parte del Gobierno.
El uso y abuso de los antibióticos
por parte de algunos ha sido motivo de controversia desde hace muchos años. Y
ese abuso de medicamentos de este tipo puede desencadenar en la aparición de bacterias
súper resistentes en los animales que pueden afectar muy seriamente a los
humanos. Se han detectado miles de casos de transmisión a través de lácteos y
huevos; resistencia a los antibióticos, especialmente, de uso específico, es
decir, que atacan a una bacteria en particular. No olvidemos que uno de los
grandes retos del futuro es ganar la batalla a esas súper bacterias que ya
comienzan a llevarse por delante a miles de personas cada año. Por tanto, el
problema es serio y si algún descontrol se ha detectado y se puede comprobar,
esta ley podría estar justificada de principio a fin. Ahora bien, los matices
son importantes en una sociedad tan compleja, tan grande y tan llena de
diferencias entre unos y otros.
Según recoge el Boletín Oficial
del Estado en el que figura el nuevo decreto, el objetivo de la Ley del
Medicamento es ‘mejorar el mercado, la fabricación, la importación y
exportación, el suministro, la distribución, la farmacovigilancia, el control y
el uso de los medicamentos veterinarios, garantizando al mismo tiempo el más
alto nivel de protección de la salud pública, la sanidad animal y el medio
ambiente’. Todo parece razonable.
Aunque se podría haber adoptado
el Reglamento UE 2019/6 sin modificación alguna, el Gobierno de España optó por
implementar la Ley mediante el Real Decreto 666/2023, que introdujo
restricciones adicionales que no existen en otros países, como la prohibición
de que los veterinarios dispensen medicamentos directamente o la obligación de
hacer un cultivo previo antes de aplicar un antibiótico de uso específico.
Tampoco hay que llevarse las manos a la cabeza porque a los humanos nos diagnostican
la enfermedad y los medicamentos nos los dispensan en las farmacias. De hecho,
sin receta no hay antibiótico que valga. Y nadie se queja porque no se puede
defender nada que pueda provocar falta de control, tratamientos prolongados sin
justificar, o la automedicación.
Los veterinarios no están de
acuerdo con esta ley porque dicen que su criterio no se ha tenido en cuenta.
Suele pasar cuando hablamos de Reales Decretos ya que son normas con rango de
reglamento que elabora y aprueba el Gobierno de España sin pasar por las Cortes
ni someterse a una votación que se emiten cuando regulan el modo en que se
aplicará una norma de nivel superior, por lo que se considera que ya se han
votado (en este caso, por el Parlamento Europeo). A ese ninguneo que los
profesionales han sentido se suma lo que ellos creen que puede ser una
ralentización del tratamiento en casos de urgencias y que puede acabar con la
vida del animal. Un cultivo previo que justifique el uso del medicamento supone
días de espera. Por otra parte, los veterinarios tendrán unas claras
limitaciones, que ya he comentado, a la dispensación de medicamentos y esta es
otra razón por la que protestan. Hasta ahora, las clínicas podían vender
comprimidos y facturar por piezas. Ya no. Asalta a los veterinarios una
pregunta clave: ¿salvar la vida del animal o poder ser multados si dispensan
los medicamentos? Imaginen que la mascota enferma en fin de semana y no hay
posibilidad de comprar medicación hasta el lunes…
Entonces, los medicamentos que sí
pueden administrar pueden no ser los mejores al ser menos específicos; hay que
esperar al cultivo para poder cambiar el tratamiento y puede ser ya tarde; el
coste para el tutor de la mascota es mayor (en esto tengo grandes dudas ya que
los precios en clínica son un escándalo) y por si fuera poco el IVA sigue
siendo el 21 por ciento como si los animales fueran un producto de lujo o algo
así. Por todo ello, los veterinarios reclaman la derogación del Real Decreto
para proteger la salud de sus pacientes y que se confíe en su criterio
profesional a la hora de administrar fármacos, como sucede en otros países de
la Unión Europea.
Tengo la sensación de que, como
suele pasar, van a pagar justos por pecadores puesto que los abusos han
existido (fundamentalmente en granjas y establecimientos de carácter industrial),
puesto que el problema que se ha comenzado a crear es muy serio y puede
convertirse en un problema de salud pública mucho más grave que lo es en la actualidad.
Es posible que el Gobierno pueda
reconsiderar su postura y acercarse más a lo que se va a hacer en otros países de
la UE, pero eso tendrá que equilibrarse con un control exhaustivo allá donde el
problema sea conocido. Personalmente, no creo que los veterinarios de las
clínicas que encontramos en nuestras ciudades y pueblos estén abusando de los
antibióticos (el precio que se aplica es otro cantar) y el criterio de los
profesionales es esencial en el tratamiento de las enfermedades más habituales
de perros y gatos.
Ya veremos cómo acaba este
asunto.
G. Ramírez
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