Experimentos (III): Adolescencia ¿maravilla o fatalidad? -Marichu-

© Menno Huizinga. Faces of unbridled joy. Dutch Boys ride the freedom train After Liberation From Nazi Germany. 1945

La adolescencia es esa travesía por el desierto vital que todos estamos condenados a vivir. Los chicos y chicas adolescentes quieren ser algo que no saben si es posible que exista, se ponen enfrente de todo lo que les rodea porque el universo se perfila hostil, se enamoran sin ton ni son porque el amor es precisamente eso (aunque luego se nos olvida). Durante la adolescencia, llega el primer amor, el primer disgusto que obliga a modificar el rumbo, los descubrimientos vitales más sensacionales. Durante la adolescencia comienza el viaje que aleja de los padres para sentir que el control es de uno mismo y no de los demás. Y eso se puede resumir con una canción y una pequeña reflexión. Claro que se puede. Está es la quinta entrega de las colaboraciones de los lectores de La Vida del Revés.

Marichu Marti

Enciendo el móvil. Mensaje de Gabriel: ‘No seáis cabrones y escribid algo, lo que sea, una línea me sirve, pero llevadme hasta esa canción de vuestra adolescencia’.

Yo creo que los tacos los dice para no parecer intenso o cursi. Si quitásemos el cabrones y el hostia -que lleva intrínseco por la premura que rezuma el mensaje- todo sería demasiado intenso. O simplemente nos hemos dedicado a desvirtuar la necesidad de transmitir los sentimientos más íntimos, y todo lo que irrite a la cabeza por ser de una sinceridad absoluta que suele incomodar. Lo devaluamos y lo llevamos a la cursilería, a la debilidad. Que pena que ser humano sea débil.

Cuando más humana y más débil fui supongo que fue en esa adolescencia en la que me gustaba escaparme de mi casa para quedarme fumando y pintando en alguna puerta de alguna de esas casas antiguas del mediterráneo mallorquín que hay detrás de mi casa. Casas de torres inmensas pintadas en blanco, amarillo o terracota y de las que caen buganvillas y enredaderas que podrían explicarte cada uno de los episodios nacionales de Galdos.

Me fumaba un cigarro mientras rallaba las canciones de Florence and The Machine, que le hacían de título a cada uno de los retratos que le hice a mi barrio, porque claro, yo era escritora, pintora, cantante, rebelde, lectora (pero de las de verdad) y claro tenía que ser, además, una chica triste y estar atormentada, porque si no nada podía justificar esos pantalones Levis de mi padre que tanto odiaba mi madre y esas medias de rejilla negra que tanto odiaron mis profesores. Yo me tenía que justificar y Florence y su sí rebelde y sí atormentada vida, me hacía de guía y de excusa para encender un nuevo cigarro y volver a escuchar ‘Ship to Wreck’.

Ahora los Levis, los lleva Manuel, quien me recuerda con cada mirada de complicidad que no tengo que estar atormentada para ser una escritora, pintora, cantante, rebelde o artista como me llama cada vez que hago algo que me gusta. Me pongo el casco, me da un auricular y comienza a sonar ‘Ship to Wreck’. Es muy divertido que de todas las canciones del mundo, la que nos conecta sin quererlo sea ésta. Comenzamos a subir colinas, enfilamos la avenida más larga de Lisboa y las farolas comienzan a unirse para hacer una sola fila de luz que seguimos sin dejar de escuchar a Florence gritando, porque ella grita tormentas. Llegamos a casa del padre de Manuel, la música sigue, ya no es Florence, es una melodía antigua, pero no clásica, de fondo rellena una casa preciosa de muebles brasileños de una madera flexible que yo no había visto nunca. Una casa que no debería de estar en un edificio si no en frente de una playa rodeada de muchas plantas y árboles, con una luz naranja que te invita a quedarte en medio de la sala escuchando ese fondo musical. Nos sentamos a la mesa, y comenzamos a hablar de que en realidad decir tacos, es señal de una nación feliz, una nación humana.

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