La palabra más bonita según… María Luisa y Julia Rojo
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© Roman Dadiomov. |
¿Cuál es la palabra más bonita que conoces? Las palabras pueden sonar mejor, peor o regular; tienen una musicalidad que despierta los sentidos. Y es que las palabras suenan, y pesan, y huelen, y al tacto resultan más o menos suaves. Todas se pueden ver. Los lectores de La Vida del Revés nos descubren la que más les gusta. Y la que menos, también.
María Luisa -madre- se inclina por ALFÉIZAR y Julia -hija- por ALONDRA. La primera palabra de origen árabe; de origen celta la segunda. La musicalidad de ambas es deliciosa. La primera obliga a pronunciar con delicadeza, la segunda parece nacer deliciosa de un breve suspiro emocionado. Es curioso que parecen pesar lo mismo, que parecen parte del mismo retal de seda, que ambas huelen a amanecer.
Alféizar de César Vallejo
Estoy cárdeno. Mientras me peino, al espejo advierto que mis ojeras se han amoratado aún más, y que sobre los angulosos cobres de mi rostro rasurado se ictericia la tez acerbádamente.
Estoy viejo. Me paso la toalla por la frente, y un rayado horizontal en resaltos de menudos pliegues, acentúase en ella, como pauta de una música fúnebre, implacable... Estoy muerto.
Mi compañero de celda liase levantado temprano y está preparando el té cargado que solemos tomar cada mañana, con el pan duro de un nuevo sol sin esperanza.
Nos sentamos después a la desnuda mesita, donde el desayuno humea melancólico, dentro de dos porcelanas sin plato. Y estas tazas a pie, blanquísimas ellas y tan limpias, este pan aún tibio sobre el breve y arrollado mantel de damasco, todo este aroma matinal y doméstico, me recuerda mi paterna casa, mi niñez santiaguina, aquellos desayunos de ocho y diez hermanos de mayor a menor, como los carrizos de una antara, entre ellos yo, el último de todos, parado junto a la mesa del comedor, engomado y chorreando el cabello que acababa de peinar a la fuerza una de las hermanitas; en la izquierda mano un bizcocho entero ¡había de ser entero! y con la derecha de rosadas falangitas, hurtando a escondidas el azúcar de granito en granito...
¡Ay!, el pequeño que así tomaba el azúcar a la buena madre, quien, luego de sorprenderle, se ponía a acariciarle, alisándole los repulgados golfos frontales:
–Pobrecito mi hijo. Algún día acaso no tendrá a quién hurtarle azúcar, cuando él sea grande, y haya muerto su madre.↭
Y acababa el primer yantar del día, con dos ardientes lágrimas de madre, que empapaban mis trenzas nazarenas.
Fragmento de Madrigal de verano de García Lorca
Y aunque no me quisieras te querría
por tu mirar sombrío,
como quiere la alondra al nuevo día,
sólo por el rocío.
MUÑÓN y FURCIA son las elegidas para ocupar el dudoso trono de las palabras más feas.
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