Los jóvenes y el destino de todos
Dentro de unos días, Gonzalo, mi hijo mayor, viajará hasta Angola. Llegará a Lixeira (en portugués, significa vertedero) como misionero voluntario de la mano de Misiones Salesianas. No hace falta decir que Lixeira es un lugar deprimido, lleno de problemas y conflictivo. Pero para los misioneros salesianos, allí lo que hay son personas, esperanza y un futuro por dibujar. Donde hay problemas serios, donde la pobreza es brutal, allí están los salesianos echando un cable.
Poco después, Guillermo, el segundo hermano de los cuatro, viajará a Líbano, para integrarse en la misión de paz que la ONU trata de llevar a cabo en una de las zonas más conflictivas del planeta. Mediar entre dos partes en conflicto es difícil; mediar entre dos ejércitos en guerra es casi imposible y, por supuesto, muy peligroso.
Por razones diferentes, me siento absolutamente orgulloso de ambos. Y me hace sentir una enorme esperanza saber que existen hombres y mujeres jóvenes dispuestos a jugarse todo lo que son por ayudar a los demás, por intentar pacificar una zona en conflicto o por llevar el Evangelio hasta personas que están, a priori, condenadas a una vida en la que la delincuencia, la violencia, las drogas o el olvido, son únicas compañeras de viaje.
Ambos, han terminado su periodo de formación antes de viajar a sus destinos. Junto a mi esposa y a Gaia he tenido el privilegio de vivir al lado de Gonzalo su último encuentro (en Astudillo, un pueblo maravilloso de la provincia de Palencia en el que nos han recibido con los brazos abiertos, con un cariño difícil de contar), su último encuentro, decía, con los casi sesenta misioneros voluntarios que empezarán a viajar a sus destinos a finales de este mes. Angola, Honduras, Brasil, Guinea, Colombia, Méjico… Ha sido un fin de semana emotivo, muy intenso, un par de días con el nudo en la garganta y aguantando las lágrimas de alegría, de orgullo o las que provoca la incertidumbre. Es muy emocionante saber y experimentar tanto amor por el prójimo sin pedir nada a cambio.
Cuando ves cómo tus hijos se preparan para hacer este viaje crees que nada puede emocionarte más, pero es falso. Este fin de semana he aprendido que vivir la alegría del grupo de jóvenes misioneros es más emocionante de lo que uno puede imaginar y que sobrepasa cualquier idea previa. Y es que compartir, tener un objetivo común y vivir con intensidad un aprendizaje junto a otros no tiene comparación con nada. Me he sentido orgulloso por todos y cada uno de ellos.
Por supuesto, en casa somos fans absolutos de la obra de Don Bosco y nos conmueve que el mayor de los hermanos haya elegido subirse a un carro lleno de bondad y compromiso. Y somos fans de lo que Guillermo tendrá que hacer en Líbano pasadas unas semanas. Ambos viajan lejos, a lugares tan conflictivos como llenos de esperanza. Ambos, representan los valores que hemos intentado transmitirles en casa durante todos estos años. Ambos, son buenas personas y eso es lo único que cuenta. Ya ven, orgullo de padre sin disimulo.
G. Ramírez
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