Deportar a millones de personas como si fueran naranjas en mal estado

Supongo que usted, cuando llega al súper y se encuentra con un negro comprando pan de molde, pasa un miedo atroz. Estoy seguro de que ya camina por la calle de su ciudad sabiendo que el extranjero es usted, que el país está invadido. Tengo claro que teme por la supervivencia del pueblo español y por su esencia (como todo el mundo sabe el español es un pueblo que no ha cambiado durante toda la historia; jamás se ha juntado con nadie, ni ha salido de las fronteras en busca de un futuro distinto…).

Salir por la noche por las calles de su ciudad se ha convertido en una especie de prueba de fuego ¿no? En cada esquina esperan los negros, los moros y los latinos, gentuza que okupan casas por aquí y por allí. ¿Quién no tiene un piso lleno de negros invasores y drogadictos en su comunidad de vecinos? Al llegar a la plaza, usted se espanta, siente un miedo incontrolable. Claro que sí. Por eso vota o votará usted a Vox, por la enorme inseguridad que nos oprime, por la falta de trabajo que sufrimos por culpa de tantos ingenieros, farmacéuticos e informáticos llegados en pateras. Lo entiendo perfectamente. Porque los makinavajas cañís de las plazas no representan peligro alguno, porque los violadores españoles son otra cosa y, en general, la maldad española es más llevadera, más noblota. Si nos robamos entre nosotros o nos matamos a palos la cosa no se puede comparar con lo que hace este ejército de hombres y mujeres piojosos que llegan medio muertos a bordo de un barco asqueroso.

La portavoz de Vox de Emergencia Demográfica y Políticas Sociales, Rocío de Meer, ha hablado por vez primera abiertamente de deportar a siete u ocho millones de personas de origen extranjero, incluidos los nacidos en España (porque en España no pueden nacer negros, coño). Vox ya ha hecho suyo el discurso del miedo y del odio más extremo que se maneja en Europa o en USA. Y parece que han decidido hacerlo público porque las encuestas les favorecen mucho más si el discurso es mucho más agresivo. Los jóvenes españoles (como lo oyen) son los votantes que más se arriman a lo que Vox defiende. Nos lo deberíamos hacer mirar.

Ya se habla de deportaciones como si eso fuera una cosilla de nada, ya se habla sin tapujos de los extranjeros como peligro inminente e indeseable, como una especie de jauría salvaje. La xenofobia ya tiene un hueco en la sociedad española. Y los jóvenes votando estas opciones (o queriendo votarlas próximamente).

Muchos de los votantes de Vox dicen creer en Dios y se declaran católicos. Y, desde luego, Dios no entiende de papeles ni de colores de piel. Ser católico es incompatible con ser racista o con ser capaz de ver peligros en lugar de personas. Muchos votantes de Vox dicen ser patriotas españoles y eso tampoco casa con querer expulsar del país a personas nacidas en España aunque sus padres lo hicieran en Marruecos, Bolivia o Ecuador. Y la gran mayoría de esos votantes no saben lo que es pasar ese miedo en las calles de la ciudad que tanto denuncian porque en sus barrios los únicos extranjeros que ven por allí son magnates de los países del este de Europa o trabajadores que dan servicio en sus casas. Me temo que un falso patriotismo (deformado en las redes sociales) es la razón que esgrimen miles de personas para mirar al partido De Santiago Abascal como si fuera un salvador llegado del mismísimo cielo. 

Tremendo lo que está pasando en España y en el resto de los países occidentales. Estamos a un paso de repetir capítulos de la historia que parecían enterrados para siempre. Una pena, un disparate y un peligro; eso si que es un peligro para la supervivencia de un pueblo tan extraordinario como es el español.

G. Ramírez

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