Cecilia Sopeña no podrá olvidar su pasado
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© Art Ringger |
Somos lo que somos gracias a que nuestro pasado nos ha arrastrado hasta aquí. Y si algo de lo que ha ocurrido nos avergüenza, nos incomoda o no nos permite presumir gran cosa de nuestra vida pasada, debemos asumir que no debemos negar eso que no es más que un adobe más que sujeta nuestra existencia. Además, las cosas no se pueden borrar, las cosas son lo que son aunque lo neguemos y las consecuencias de nuestros actos son proporcionales a la gravedad o levedad de los mismos.
Cecilia Sopeña intentó hacerse un hueco en internet demostrando lo que sabía de matemáticas o lo bien que pedaleaba sobre una bicicleta. Y lo cierto es que no se comió una rosca. Pero descubrió una forma de hacer dinero en la Internet. Debutó en OnlyFans y facturó una suma muy considerable que le permite, ahora, querer dejar de producir contenidos pornográficos y dedicarse a otro tipo de vida. Ha estado viviendo de lo que reniega y se quiere acoger al artículo 17 del Reglamento General de Protección de Datos de la UE; es decir, quiere que su pasado desaparezca de la red.
Cecilia Sopeña no quiere que lo que ha sido su vida sea su vida; que eso de lo que reniega parezca que no ha pasado. El problema es que ha pasado y que gente como el que escribe sepa de ella algo que ni sabía ni intuía. Lo que ha sido se ha hecho mucho más inmenso y el olvido se hace imposible.
Allá por el año 2000, la televisión dio un giro extraordinario al programar realities (el éxito de Gran Hermano en su primera edición fue descomunal). Se hizo famosa y ganó mucho dinero una tal María José Galera. Fue la primera expulsada del primer reality potente y resultó que una revista desveló que ejercía la prostitución. Aparecía en todos los programas que dedicaban unos minutos al nuevo formato y ganó mucho dinero. Una joven muy próxima a mí me dijo que a ella no le importaría tener que ejercer un tiempo la prostitución a cambio de acabar siendo famosa y rica. La joven era muy joven y se deslumbró con todo aquello; le tuve que explicar en qué consiste ser puta y, por supuesto, comenzó a recular. Pero el mensaje ‘sí eres puta y tienes un poquito de suerte te haces famosa y eso mola’ había calado y no han faltado un ejército de imitadoras desde entonces. Ese mensaje era peligroso, falaz y destructivo. Porque ser puta es una mierda se mire como se mire y ser putero convierte al hombre en un ser repugnante. Es tan peligroso ese mensaje como que hacer vídeos pornográficos y luego poder borrarlos para que parezca que eso es algo inocuo que no deja huella, es fácil y sanísimo. Una actriz porno es… una actriz porno y las consecuencias de ello las tiene que soportar se ponga como se ponga la actriz; esto es una mujer. No hace falta decir que ella nunca podrá olvidar su pasado, que no dejará de saber que es lo que es por lo que ha sido.
Ni quise antes ni quiero ahora que las jóvenes de mi alrededor crean que lo hecho no deja rastro y que da igual lo que se haga. Eso es mentira. Y la pornografía o la prostitución es algo muy serio que no se puede manejar al antojo de uno mismo. La pornografía o cualquier otra cosa.
Hay otro asunto que me alarma. Por ejemplo, este artículo en el que se habla de Cecilia Sopeña y de sus actividades como creadora de contenido para adultos ¿forma parte del material que se debe retirar de la red al aplicar ese artículo del Reglamento? La libertad de expresión y de prensa podrían estar en riesgo. Decía esta mujer en su comunicado aludiendo a su derecho al olvido que su nombre ‘merece, ahora, silencio, honor y dirección’ sin tener en cuenta que el primer silencio necesario es el suyo. Cualquier paso en contra de derechos fundamentales intentando salvar lo suyo puede desembocar en un desastre para ella.
Me temo que Cecilia Sopeña es lo que es porque su pasado le ha traído hasta aquí; y que todo su futuro está etiquetado por siempre jamás. Le guste o no le guste. Y espero que nadie crea que las cosas del olvido son tan sencillas como aplicar un artículo legal porque si fuera así esto de vivir sería un auténtico chollo.
G. Ramírez
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