Carlos Mazón ha dimitido en un ojalá
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| © Miguel Ángel Polo (EFE) |
Un ojalá.
Carlos Mazón ha dimitido y, ahora, queda saber si le van a mantener su condición de aforado o a su suerte, si va a salir de su despacho pudiendo conservar un pizca de dignidad (no le queda un gramo aunque los políticos son capaces de inventárselo) o si lo hará arrastrándose como lo que es, como un sinvergüenza que nunca debería haber estado tanto tiempo sentado en un sillón con tanto muerto a cada lado.
Los muertos en la maldita DANA tuvieron nombres y apellidos, fueron y siguen siendo queridos por sus familiares y amigos, estaban enamorados y tenían sus propias miserias. Los muertos en la maldita DANA eran personas, como usted y como yo. Resulta inexplicable que se les trate como datos estadísticos, como material electoral, como soporte de tácticas y estrategias para conseguir poltronas. La clase política se ha convertido en el enorme y ya eterno problema de nuestra democracia, nada puede ir bien si no cambian las cosas. Y estudiar que estamos en manos de gente sin escrúpulos.
No hay un sólo día de respiro para los españoles, para millones de personas que se levantan para trabajar, estudiar o cuidar de un familiar enfermo. No hay un minuto de tranquilidad mientras resuenan los insultos entre los políticos. No ha habido un minuto de paz desde el día que Mazón no hizo su trabajo. Porque lo peor no son las mentiras acumuladas en un año o la falta de decoro de este sujeto que ha presidido la Generalitat valenciana; lo peor de todo es que algunos de los muertos (tal vez casi todos ellos) podían haberse librado de una muerte violenta, cruel y gratuita. Lo peor es que un equipo de ineptos liderados por un idiota de tomo y lomo no hicieron su trabajo y no evitaron que la muerte se llevase por delante cientos de amores, alegrías, ideas, ilusiones o proyectos.
Carlos Mazón ha dimitido aunque no puede irse de rositas. Sería deleznable que lograse quedar aforado o sin pasar por sede judicial.
Hay que celebrar que no esté ocupando un cargo público y que, con el paso del tiempo, dejemos de verle en las pantallas de televisión.
Es una pena que esto sólo sea una ilusión, un deseo que no se materializará mañana mismo. Es una pena que en España, pase lo que pase, no pase nada. Es todo descorazonador.
G. Ramírez

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