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’Rapa’, la vida, la muerte y las maravillosas arrugas de Mónica López

La actriz Mónica López, en una escena de la serie ‘Rapa’ MOVISTAR PLUS+

Tiempo estimado de lectura: 2’ 30’’

He terminado de ver el último capítulo de la serie ‘Rapa’. Y pienso. Y eso es muy buena noticia puesto que lo que se ve en las pantallas últimamente invita a dormir o a dejarse llevar sin que la cabeza esté en movimiento.

‘Rapa’ es una serie española que habla de las muchas formas de morir que existen. Eso es lo que parece aunque de lo que habla, en realidad, es de las infinitas formas de vivir que el ser humano puede elegir, del reto que supone la existencia, de lo formidable que es la vida, de lo extraordinario que resulta conocer a otros. Porque ese es el secreto de la vida; relacionarse y terminar viviendo en otros. Al final, la serie habla de la huella que dejamos tras el paso por este mundo, de cómo hemos sido capaces de enfrentar la realidad.

Siempre que hablo de este asunto cuento lo que me pasó hace muchos años y me marcó definitivamente, para siempre, y supongo que hasta que deje atrás todo este lío que es vivir. Tal vez en el más allá, si es que eso existe, siga con la marca a cuestas. Creo que sí. Cuando murió mi padre lo primero que pensé fue que me podría quedar con un juego de estilográfica, bolígrafo y lápiz que él utilizaba a menudo. Aquello me hizo sentir mezquino, insensible y rastrero. En lugar de sentir una pena enorme por la muerte de mi padre sentí un deseo irrefrenable por algo material y casi inservible. Con los años, escribiendo mi segunda novela, descubrí que no era un monstruo puesto que mi personaje pasaba por una situación similar para explicarme que yo lo que quise era tener a mi padre junto a mí el resto de mi vida aunque fuera con forma de pluma estilográfica. Al morir nos convertimos en objetos (si es necesario) para poder vivir en otros, para no desaparecer de inmediato y sin remedio. La vida es el anuncio de lo que queremos que sea nuestra ausencia. Y en esto me ha hecho pensar ‘Rapa’. Ya digo que no es poco.

Por cierto, la actriz protagonista de la serie es Mónica López. Está colosal en su papel. Y deja claro, desde que aparece en pantalla que la edad (menudos cincuenta y seis años que tiene esta mujer) es un valor, que las arrugas son una maravilla, que lo imperfecto nos convierte en nosotros mismos. Bendita imperfección. Y es que tanto retoque entre los famosos y los no tan famosos comienza a ser insufrible, inservible y aburrido. Vivir es ser uno mismo, aceptarse y tratar de ser razonablemente feliz.

En fin, vivir consiste en dejar una huella eterna en este mundo, en que alguien sienta que le seguirás amando por siempre jamás, en no pasar de puntillas por delante de los demás, en ser necesario para que el mundo continúe girando, en que si alguien pronuncia tu nombre sonría y pueda pensar que mereció la pena pasar por aquí por haberte conocido.

G. Ramírez

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