Nuestra raquítica libertad
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Algunos han querido reducir la libertad a votar cada cuatro años. Y lo malo es que la gente se lo ha tragado como si no pasara nada. Soy libre porque voto, pensamos sin reflexionar.
La libertad tiene poco que ver
con los otros. Pueden encarcelar a un sujeto y este puede sentirse más libre
que nunca. El mundo entero puede darte la espalda y, por fin, sentir que el
control de la vida entera es tuyo. Porque eso es la libertad y no otra cosa. No
renunciar jamás a lo que eres.
Ese es el gran problema de la
sociedad actual. La libertad se ha convertido en poder comprar lo que uno
desea, decir tonterías en los platós de televisión, inundar internet de ideas
baratas, parecer transgresor cuando lo que eres es un payaso. Cientos de cosas
de este calado. Eso sí, cada cuatro años puedes votar. Algunos han querido
reducir la libertad a votar cada cuatro años. Y lo malo es que la gente se lo
ha tragado como si no pasara nada. Soy libre porque voto. Da igual si por el
camino dejamos nuestra esencia, nuestra forma de pensar, nuestros valores. Eso
da igual.
Los que han logrado esto saben
que anulan al individuo, le dejan a los pies de los caballos. Contento, pero en
peligro de desaparecer y convertirse en una sombra más. Al fin y al cabo, lo
que consiguen es que millones de personas dejen de pensar; que compren de forma
impulsiva objetos de escaso valor pagados a precio de oro para que sientan que
están en una especie de paraíso. Disfrazar la libertad individual con un traje
de oro es una gran estrategia. Los efectos son demoledores.
Hoy, millones de personas creen
ser libres en España. Hoy, millones de personas en España no alcanzan a
comprender que su libertad, sencillamente, no existe. Porque un hombre que
piensa se opone a la injusticia. Y sin pensar terminas creyendo que lo que te
ponen enfrente, sea lo que sea, es lo mejor de lo bueno. Sin pensar no somos
nada. Aunque votemos cada cuatro años. La injusticia en el mundo nos aplasta y,
aquí, no pasa nada.
¿Quién lee programas electorales
antes de votar? ¿Quién está dispuesto a cualquier cosa con tal de no perder su
propia identidad? ¿Por qué la gente no se opone a un maltrato brutal? Y lo
impresionante es que son muchos los que dicen que no a algo en lo que no han
pensado. Son muchos los que se oponen, incluso, a reflexionar sobre asuntos
porque saben que no tendrían otra opción que la de apuntarse a esa idea. Se
agarran a su libertad soportada sobre unos euros. Y no hay mayor esclavitud que
la del dinero. Un dinero que nos han entregado para que no podamos quejarnos si
no queremos perderlo.
Por eso, el pensamiento debe
estar en funcionamiento para lograr aclarar la mirada de cada uno de nosotros.
Eso no es lo mismo que fingir ideas profundas que nadie entiende (esto es muy
habitual entre los papanatas que defienden sus ideas (enanas y estúpidas) desde
un lenguaje oscuro, desde la parcela de lo inexplicable), pensar no tiene qué
convertirse en cosa de pocos. Es verdad que existen grandes pensadores (muy
distintos a estos que decoran su vida con bobadas enrevesadas) y son ellos los
que hacen avanzar el mundo. Pero el resto de la humanidad, casi todos, dedican
su vida a sobrevivir sin demasiado tiempo para pensar con tranquilidad y tienen
todo el derecho a pensar sobre las cosas que están a su alcance, sobre las que
explican su existencia en mayor o menor medida. ¿De qué le sirve a un campesino
saber que Kant afirma el determinismo en relación al mundo de los fenómenos y
no respecto de la libertad? ¿De qué le sirve? Lo importante es que desde Kant
el mundo es otro. Lo importante es que el campesino piense su universo desde el
yo para que el cosmos sea otro, para que el mundo se pueda entender.
Una de las grandes injusticias
que se han cometido desde que el hombre es hombre ha sido la de limitar las
posibilidades de la gente. En las cavernas, el brujo sabía cosas que sólo
llegaría a conocer su sucesor. El resto de la tribu dependía de él. Hoy pasa lo
mismo. Echen un vistazo a su alrededor. Da miedo. Nos obligan a estar anclados
en lugares comunes y vacíos, nos dicen que eso de pensar sólo lo pueden hacer
unos pocos, que esperemos a que den una solución salvadora para la humanidad.
Mentira. La salvación es la que busca cada cual, la que se encuentra en cada
uno de nosotros, la que hace de lo doméstico un lugar habitable porque esa
salvación es ser uno mismo (curiosamente las religiones, todas sin excepción,
es lo que defienden aunque lo estropean las iglesias enviando mensajes confusos
y desteñidos). Eso de la aldea global queda muy bonito, pero es el atraso más
grande conocido por la humanidad. Los que vivimos bien estamos más tranquilos
(sin pensar), los que viven peor que hagan lo que puedan. Eso es la
globalización. Hacer del individuo un cero a la izquierda. Eso es y no otra
cosa.
No deberíamos perder nuestra
capacidad al pensar, nuestra libertad al decidir sobre lo poco que podemos
manejar. Aquí estamos para ser personas y eso significa que estamos obligados a
pensar, a conocer, a amar, a todo lo que una persona puede acceder por su
condición. Y nos estamos dejando arrastrar porque eso es cosa de pocos, porque
una pandilla de memos lo ha convertido en su coto particular para ganarle unos
euros a lo que dicen. Conocer es doloroso aunque más doloroso es pasar por el
mundo sin pena ni gloria, sin llegar a ser uno mismo.
No recorrer ese centímetro, ese
metro que toca, es absurdo. El camino es obligado. Pensar y pensarlo también.
Al fin y al cabo es lo mismo. Y nadie en la aldea global lo hará por otro. Cada
uno tiene el suyo. Por pequeño que sea, por insignificante que parezca o le
parezca a otros.
Hoy, la libertad consiste en
conservar un sitio en la sociedad. Hoy, la sociedad está llena de esclavos.
Piense, querido lector, en lo que puede usted hacer o no, en lo que estaría
dispuesto a dejar por el camino para ser feliz o libre (es casi la misma cosa).
¿Cuándo comenzó a tomar pastillas para poder dormir; cuando sintió que perdía
la libertad o cuando vio en peligro el dinero y su posición social? Piense en
su miedo, ¿qué lo produce? Yo me he hecho estas mismas preguntas según las
escribía. Las respuestas son apocalípticas.
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