Experimentos (II): Regreso a la niñez -Ana, Elsa, Carmen-
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© Eduardo Gageiro. ‘Olhares’, Sines, Portugal, 1974 |
Un olor, un sabor o una canción nos pueden llevar hasta nuestra niñez, hasta cualquier otro tiempo. Para sentir, por ejemplo, esa felicidad que tanto nos protege, que tanto nos arropa en los momentos más amargos. Primera entrega de las colaboraciones que están enviando los lectores de La Vida del Revés. Sensaciones preciosas que dibujan la vida para siempre.
Ana de Haro
Estoy sentada en el asiento de atrás de un coche verde sin marca ni modelo. Es simplemente el coche de mamá. Mi hermano en la sillita a la izquierda, mi hermana en el transportín a la derecha. Huele a toallitas húmedas, vómito y Bollycaos. Cantamos los cuatro; y cada vez que en la letra aparece una palabrota veo sonreír a mi madre. Sus ojos en el espejo retrovisor.
Elsa Martín
Recuerdo a mi abuela, cuando yo todavía, era muy pequeña cantándomela; y para mí yo era la chiquita. Me sentía así. Esa canción la cantaba mi padre también. Luego se la he cantado a Daniela. Creo que para ella significa lo mismo.
Carmen Fabre
‘Que cante Carmencita, que cante que cante’. Carmencita, 6 ó 7 años y más, cantaba este fado y su mamá acompañaba al piano. Luego, las visitas de turno, abuelas, tíos, tías, aplaudían y festejaban lo bien que cantaba Carmencita. Y Carmencita se echaba a llorar, no sé si de emoción o por la vergüenza que le daba cantar este fado.
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