La farsa que somos
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Brno del Zou. Izumi , 2012 |
¿Somos una farsa? ¿Cuánto de verdad hay en lo que somos y queremos parecer? ¿Mentimos para que otros crean estar frente a una persona mejor, más valiosa o menos perversa de lo que realmente es? ¿Es nuestra vanidad la reina de la fiesta? ¿Somos narcisistas hasta más no poder?
Nuestro pasado está en peligro por ser puro recuerdo. De hecho, la misma cosa vista desde diferentes puntos de vista se convierte en tantas como personas suman su mirada. Uno cree que aquella noche de pasión fue monumental y la otra que el fiasco todavía le produce vergüenza ajena; una cree que iba monísima por la playa de Benidorm y el otro no quiere ni acordarse del ridículo que hizo la criatura. El recuerdo es lo que podemos soportar, lo que queremos que forme parte de nosotros. Inventamos nuestras vidas con enorme facilidad para que la cosa sea más llevadera. Aunque el problema se hace mayor si esa construcción de un pasado mentiroso está calculado, se reviste de pura maldad o genera algún problema a terceros. El pasado se convierte en eso que ahora se ha puesto de moda, en el relato. Da lo mismo la verdad, la realidad; lo esencial es el relato y conseguir que se imponga a esa verdad vapuleada y a la realidad reducida a la mínima expresión.
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He estado viendo una película más que interesante sobre un tal Enric Marco Batlle, un sujeto que inventó una deportación a los campos de exterminio nazis (la suya propia), que vivió instalado en la mentira a costa de mancillar la memoria de los que sí sufrieron los horrores de la guerra, la tortura y la vejación. La película es ‘Marco’ y la firman Aitor Arregui y Jon Garaño; el personaje principal lo encarna un colosal Eduard Fernández que soporta el peso del trabajo sin inmutarse. El maquillaje es espectacular y el guion, a pesar de algún altibajo, logra mantener la atención del espectador de principio a fin. He visto el trabajo y me ha hecho pensar sobre qué somos, sobre si lo que enseñamos es pura farsa, y sobre si morimos sin haber dejado que nadie pudiese conocernos. ¿Ocultamos más de lo que decimos? ¿Somos un relato? ¿Dónde podemos dibujar la línea que separa la realidad de una ficción tan mentirosa como innecesaria?
Me temo que somos una especie de puzzle imposible de ensamblar porque ya no sabemos si las piezas buenas son las que vemos o si son las que deberían estar, si hemos perdido alguna por el camino o si hemos robado alguna de una vida ajena queriendo o sin querer.
G. Ramírez
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