Elsa y Daniela: Madre e hija jugando en el mismo equipo

 


Elsa Martín Díez-Canseco es hija de rugbier, hermana de rugbier, madre de rugbier y ella misma juega al rugby desde hace años. Es la madre de Daniela Blanco Martín, una jugadora joven que ya ha sido campeona de España Sub18 en Rugby XV. Ambas juegan en el Torrelodones Rugby Club y este año coincidirán en el mismo equipo, en el senior femenino.

Tanto a Elsa como a Daniela las conozco hace años y la conversación fluye sin problema alguno. Elsa Martín es una mujer de carácter poderoso, de verbo fácil y parece tener las cosas muy claras. Me intereso por cómo llegó al mundo del rugby.

‘Nací gracias al rugby. Así que la influencia de este deporte en mi vida es absoluta. Mis padres se conocieron mientras estudiaban la carrera de turismo. Cada uno hacía un curso diferente. El hermano de mi madre jugaba al rugby y mi padre también. Eso hizo que mis padres se vieran por primera vez en el Central de Madrid. Todo empezó en un campo de rugby. Además, en la familia tengo varias personas que juegan al rugby. Por otra parte, me engendraron en un viaje que fue muy famoso en Arquitectura, un viaje el año 1975, en el que se fueron a Elizondo, a una concentración a la que asistió la plantilla al completo; y nueve meses después llegaron al mundo varios niños, entre ellos yo misma. El entrenador de esa época era Ray Williams que fue el primer entrenador pagado del mundo oval, el primer entrenador profesional de la historia de nuestro rugby. Así que la influencia del rugby en mi vida es total. Mi padre jugó rugby, mis hermanos también jugaron. Y la verdad es que el rugby en casa era como cosa de chicos y en ningún caso de chicas. Pero fíjate, cuando tenía mi hija Daniela seis años, se creó el equipo de Torrelodones y mi padre me dijo que apuntara a la niña. Para mí fue una cosa un poco rara porque ya te digo que el rugby era cosa de chicos. Un poco más adelante, viendo que aquello era divertido también para las chicas (iba a los torneos de rugby playa en los que participaban mi hermano y los amigos y veía a las chicas jugando y disfrutando) me decidí a probar. Aunque con cierto pudor porque tenía treinta y ocho años y el resto de chicas del equipo era mucho más joven. Y aquí sigo’.

Llegando al rugby en plena madurez personal y después de haber escuchado eso que tanto se dice en el mundo del rugby de los valores inquebrantables y de lo que supone el equipo ¿te encontraste con que todo era verdad o con una especie de ensoñación deseada y no cumplida? (Elsa tarda unos segundos en contestar. Duda aunque contesta, creo, de forma sincera).

‘Una parte sí y otra no. Es verdad que hay unos valores muy poderosos y que el rugby premia que los manejes dentro y fuera del campo, unos valores que diferencian a este deporte del resto (respeto al árbitro sin fisuras, camaradería entre los miembros de distintos clubes y el tercer tiempo después de cada partido que convierte la práctica deportiva en algo muy bonito, son las tres patas sobre las que se apoya todo lo que tiene que ver con los valores en rugby). Pero, claro, en el campo pasan cosas y el rugby es un deporte de contacto. Hay que tener en cuenta que la reacción de un jugador al recibir un golpe puede ser dar otro y eso hace que, a veces, en el campo de juego, sucedan cosas algo diferentes a lo que son esos valores que tanto se anuncian. Y en los despachos, desgraciadamente, la cosa ya se descontrola y es difícil explicar a un niño la importancia de los valores si la noticia es que no verá a su selección en el mundial porque alguien ha hecho trampas en la competición’.

Elsa jugando con su equipo.

Y al final ¿era cosa de chicos o no?

‘El rugby es cosa de todos. Es verdad que existen más dificultades cuando las chicas quieren jugar porque en casa los padres no quieren que se hagan daño; el rugby sigue pareciendo un deporte muy bruto y hay casas en las que no gusta. Mira, mi padre, habiendo sido el impulsor de la entrada de mi hija Daniela en el mundo del rugby, en un partido se llevó un buen golpe y al terminar dijo ‘bueno lo mismo tiene que empezar a jugar al vóley o a alguna otra cosa’; así que eso es algo complicado. Y es que el problema es que el número de chicas es muy bajo y tienen que jugar en el mismo equipo que los chicos que a cierta edad son mucho más grandes, mucho más fuertes y, así, se generan diferencias insalvables. Eso sí, el rugby femenino, por todo esto, tiende más a la inteligencia, a la astucia, a la zona más técnica. La fuerza bruta no puede ser y aparecen otras cosas’.

El día del debut de Daniela.

Daniela, la joven jugadora, escucha con paciencia lo que dice su madre y sonríe de vez en cuando ¿Qué te ha robado el rugby, qué te ha aportado el rugby?

‘Por supuesto, me ha aportado todo lo que representa la práctica deportiva desde el punto de vista físico. Pero lo más importante es que estoy integrada en un equipo de mujeres (todas excepto una, más jóvenes que yo) y eso me ha permitido poder ver las cosas de forma muy amplia, mucho más extensa. Me he relacionado con personas con las que no me hubiera juntado en mi vida si no fuera por el rugby y me han enriquecido muchísimo. Todas ellas y sin excepción. El equipo es un valor enorme. Al cabo de los años tengo un buen número de amigas que son, en algunos casos, veinte años más jóvenes que yo y eso es impagable. Pertenezco a algo importante y con la edad con la que yo empecé a jugar parecía que eso estaba reservado a los más jóvenes. Eso sí, me ha quitado mucho tiempo para relacionarme con amigos y con mi pareja. Al final, el compromiso es grande y siempre tienes que estar entrenado, jugando, ayudando a preparar cosas para categorías inferiores’.

¿Nunca dejarás de ser jugadora de rugby?

‘Mi padre, después de operarme de la rodilla, me dio la enhorabuena porque decía que uno no es jugador de rugby completo hasta que no pasa por el quirófano. Por tanto eso ya lo he vivido. Y formar parte de la familia del rugby es algo que te marca definitivamente y para siempre’.

Daniela ha escuchado con paciencia, ha mirado de soslayo a su madre si algo le resultaba extraño. Es una chica corpulenta, guapa y muy simpática aunque ella quiera presumir de ser de otro modo. Le pregunto quién juega mejor de las dos. ‘Juego mejor que mi madre’. Elsa no tarda ni un segundo en replicar. ‘Porque me has pillado mayor’. Una madre y una adolescente.

Jugando juntas ¿os contenéis al placar o al entrar en contacto con fuerza?

‘No, no, mi madre me da más de lo que normalmente me dan en los partidos. No se anda con tonterías. Lo que pasa es que me hace mucha gracia ver a mi madre jugar, cuando corre y eso. Es que mi madre juega con amigas mías, con chicas un poco mayores que yo y siempre me choca . Eso sí, presumo mucho cuando juega, me siento muy orgullosa de ella’.

Daniela en brazos de su abuelo.

¿Por qué juegas al rugby?

‘Pues mira al principio no me apetecía gran cosa. Lo que pasa es que uno de mis tíos comenzó a entrenar y durante un paseo con los perros me dijo que iba a probar en su equipo. Me hizo aprender de memoria por el camino el día, el lugar y la hora a la que iba a entrenar por primera vez. Ese día comencé y me gustó porque se trataba de jugar con el balón y esas cosas. Tenía seis años. Si me hubieran pegado no sé yo si hubiera continuado. Pero resultó divertido y me quedé’.

Y ahora ¿qué tipo de jugadora eres?

Agresiva, potente, fuerte. Rápida no soy. Las delanteras no lo somos en general.

¿Qué puesto crees que ocupas en el juego de la vida?

‘Supongo que soy delantera también. No es que tenga mal carácter, pero con el rugby he aprendido que los golpes no duelen al día siguiente, que los moratones se terminan quitando, y no suele tener miedo a enfrentarme con las cosas. Soy dura. Aunque pensándolo mejor, creo que soy zaguera, en la vida soy zaguera porque ellas en el campo suelen ser la estrellita aunque luego cargan con toda la mierda’.

¿Sueles salir con amigos del mundo oval o todo termina a las puertas del campo de juego?

‘Todos mis amigos son o han sido del mundo del rugby y eso pone las cosas más fáciles. Nos llevamos muy bien y entendemos lo que nos decimos sobre, por ejemplo, los valores. Con otra gente no se me ocurre decir nada sobre eso porque me miran raro. Además, con mis amigos la amistad es otra cosa porque lo que hemos pasado en el campo lo llevamos siempre con nosotros. Eso une mucho. Me gusta el rugby y estoy rodeada por gente del rugby. No pienso dejarlo nunca’.

Danela jugando con la selección madrileña.

Antes de acabar le pregunto a Elsa sobre el puesto que ocupa en el partido que llamamos vida.

‘Soy pilier dentro y fuera del campo. Pase lo que pase sigo adelante. Me gusta pensar que tendré más tiempo en el futuro para pensar y hacer las cosas con algo más de calma, como un flanker; pero creo que soy pilier porque la vida obliga y no puedes parar ni un minuto’.

Como todas las madres, querida Elsa, como todas las madres.

 G. Ramírez

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