Amancio Ortega y el 'Caso Koldo'. ¿Mascarillas gratis o a millón?

 


Los mexicas, cuando llegaron Hernán Cortés y sus muchachos al continente americano, aún declaraban lo que llamaban guerras floridas entre distintas ciudades estado; un tipo de enfrentamiento que consistía en hacer prisioneros del bando contrario para que, en el caso de perder la guerra, fueran sacrificados con el fin de aplacar la ira de los dioses (según algunos investigadores las muertes sólo servían para paliar el hambre -dado que las guerras floridas ocurrían en medio de grandes sequías- y lo de los dioses era una excusa barata). Los que morían pasaban las de Caín antes de picar billete a la eternidad; les arrancaban el corazón y les cortaban la cabeza y cosas por el estilo. Eso sí, los ejecutados iban derechos (iba a decir que iban de cabeza, pero me parece un poco inapropiado) al cielo donde vivía Huitzilopochtli (el dios supremo del sol, el fuego y la guerra). Pues bien. Lo que parece una cosa atroz y salvaje y grotesca y espantosa, hay quien lo defiende por formar parte de una cultura que somos incapaces de entender. Muy bien. Aunque me temo que son los mismos que se rasgan las vestiduras al condenar el trabajo infantil en una amplia zona del mundo. Las guerras floridas eran una salvajada, el trabajo infantil es una canallada. Pero cada pueblo elige la forma de vida que quieren y no se debe poner en tela de juicio porque, generalmente, metemos la pata. Es muy fácil opinar en pleno siglo XXI, sentados en un confortable sillón y con la nevera llena. Y es muy fácil utilizar distintas varas de medir dependiendo de lo que mejor nos venga.

Amancio Ortega ha sido acusado de muchas cosas. Una de ellas es del uso de talleres situados en países en vías de desarrollo -en los que trabajan niños- para confeccionar prendas que luego venden en las tiendas de las empresas del señor Ortega. Cada uno debe valorar esto con datos objetivos (si es que existen) y con la moral por delante. Pero también ha sido acusado de comprar material sanitario en plena pandemia que donó gratis en España o comprar maquinaria sanitaria de última generación que cedió a diversos hospitales públicos. Se le critica todo y la moral es variable para que se pueda atacar a este hombre haga lo que haga. Y ahora parece que una de esas críticas (la que cargan contra las mascarillas que donó justo al principio del confinamiento) esta justificada  por una razón evidente, el señor Ortega estaba haciendo trizas el negocio de una banda de golfos que ganaban dinero a espuertas de forma fraudulenta. Si él donaba ese material ellos no podían hacer el negocio de su vida.


El caso Koldo huele a rancio, a cáscara de gamba, a sudor de media noche, sobre todo, a otra vez lo mismo en esta España que no tiene remedio mientras sigan trapicheando los mismos con el dinero de todos. Huele que apesta esto del caso Koldo. Y se llevará a unos cuantos por delante. Al final, acabará con más de uno. Lo único positivo de estos casos de corrupción es que dejan claras algunas cosas y eso es más que bueno.

¿Quién dijo que en España no hay emprendedores con un talento descomunal? El hermano de Isabel Natividad Díaz Ayuso ya demostró que se puede ganar un dinero importante vendiendo mascarillas en tiempos oscuros. Aunque la ley le ha librado, lo que hizo es algo injustificable y contrario a la moral. Ese dinero es legal aunque muy poco estético. Da igual porque aquí lo importante es la tela. Ahora, Koldo ha conseguido que una empresa facturando cero euros llegue a facturar decenas de millones en un tiempo récord. ¿Cómo? Con prácticas corruptas. Es el camino más fácil. Ahora, parece que la cosa alcanza al que fue ministro de Sanidad durante el confinamiento y buena parte de la pandemia, Salvador Illa. Ábalos contra las cuerdas. Ya ha rodado la cabeza de algún segundón por si la cosa se calma con esos sacrificados. Más talento que el Koldo es imposible. ¿Qué podemos decir del talento del marido de Armengol que hizo que su startup pasara de facturar cero a cuatro millones en menos de un año (justo con su mujer como presidenta de Baleares)? Pues que su talento es desbordante ¿no? Todos estos que no dejen el país, por favor. Qué desperdicio. Eso sí si es posible y justo que se queden pero a la sombra.

No crean que no hay opiniones para todos los gustos. Óscar Puente dice que ‘estamos hablando de la semana siguiente al confinamiento’ y que ‘con la dinámica contractual’ él ‘sería benevolente’. Lo del tráfico de influencias o los contratos a dedo le parece poca cosa. En fin…

Parece que todo es relativo (mentira) salvo que Amancio Ortega es un empresario demoniaco. Y no es así. Verdad es que la clase política española es penosa, que la corrupción sigue en el mismo lugar de siempre; que los golfos con posiciones de privilegio son cientos, sea el que sea el partido que gobierna, que estos sinvergüenzas se mueren por unas gambas y que en España se llega a defender lo imposible.

A mí que me den media docena de Amancios Ortega y que me separen de los Koldos que tenemos en cada esquina.

G. Ramírez

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