Blanca Die y Alba Vinuesa: Sueños cumplidos

 


Blanca Die está en París. Alba Vinuesa García de paso en Madrid, llegada desde la capital francesa y preparando el próximo campeonato que le llevará a cualquier otro país. El que escribe en Madrid, también. La distancia invita a realizar una vídeo conferencia. Alba se conecta a la hora en punto. Blanca se une a más cinco. La conexión es algo irregular y la conversación se desarrolla a dos velocidades, pero nos vamos apañando entre repeticiones y algún gesto de más.

Alba y Blanca son dos mujeres jóvenes, con enorme proyección en su vida profesional, en su carrera deportiva y en el ámbito privado. Y son jugadoras de rugby, algo que marca definitivamente a una mujer. No es cualquier cosa, no es cualquier elección.

Blanca juega de medio melé y Alba de centro. Son jugadoras rápidas y astutas; son capaces de leer un partido con exactitud casi milimétrica. La temporada pasada han jugado juntas en el Stade Français Paris de Francia.

La diáspora de deportistas españoles es, cada día que pasa, más amplia. Los niveles de juego alcanzados en muchas disciplinas deportivas hacen posible que jugadores y jugadoras españolas puedan fichar por clubes de distintos países de todo el mundo. En el rugby también sucede y, tanto Alba como Blanca, son ejemplo de ello.

Que una chica llegue a jugar al rugby no es algo demasiado corriente. Me interesa saber cómo llegaron ellas a practicar rugby. Contesta Alba en primer lugar (lo hace después de jugar con su cabello haciendo pequeños tirabuzones)..

‘Jugué al baloncesto hasta los diecisiete años. Pero llegó un momento en el que ya no quería seguir, ya no me llenaba, no me divertía como antes, aunque tampoco quería dejar el deporte. Como mi padre era entrenador de rugby y mis dos hermanos jugaban, me animé con el rugby. Probé con las chicas del Cisneros y allí me quedé’.

Quiero saber si practicar un deporte u otro es una experiencia muy distinta.

‘La gran diferencia entre el rugby y el baloncesto se encuentra en la vida social, la del jugador de rugby es mucha más intensa, más comprometida. Cómo se vive el equipo o cómo se relaciona el jugador fuera del campo de entrenamiento o de juego. Es lo que marca la diferencia. El rugby ha servido para que me forme como persona. Suena muy a tópico eso de los valores del rugby porque lo dicen todos los jugadores aunque la disciplina en el juego, el orden, el esfuerzo, además de todo el tiempo que le echas a la práctica deportiva te termina dibujando el perfil de lo que eres’.

Blanca espera paciente a que acabe su compañera. Mira con interés la pantalla de su dispositivo y parece no tener prisa por nada. Blanca habla desde la experiencia. Tiene veintinueve años y ya sabe de qué va todo esto.

‘Estudié en el Liceo Francés. Allí todos mis amigos de clase jugaban al rugby. Con quince años abrieron un equipo femenino (solo para chicas) aunque pronto nos integraron con los chicos. Mi entrada en el rugby fue algo distinto a la realidad que vivían otras chicas en otros clubes porque hasta los dieciocho años no jugué un partido de competición oficial. Había practicado atletismo previamente, pero solo en el rugby encontré lo que me gustaba de verdad y fui creciendo alrededor del rugby. El rugby es una actividad a la que he dedicado mucho tiempo y me he formado como mujer al mismo tiempo que lo he hecho como jugadora’.


¿Tuviste alguna dificultad para seguir adelante?

‘No aunque lo que escuchas es que esto del rugby no es para chicas y cosas parecidas, pero lo cierto es que a medida que lo oía más quería jugar. Lo que eres no cambia por ser jugadora de un deporte como el rugby y eso lo descubres el primer día que pruebas. No he sentido que lleve un estigma encima por jugar al rugby y me da exactamente lo mismo. Con el tiempo ocurre una cosa muy curiosa y es que tu círculo de amistades y contactos se van reduciendo y quedan los que están junto al rugby o muy cerca y, entonces, no parece extraño que una mujer sea jugadora; todo es normal y se asume con naturalidad. En casa todo fueron facilidades y apoyos; entre mis amigos lo mismo.La vida social de una jugadora está ligada a ese entorno que forma el rugby en todos sus ámbitos’.

Alba ¿te mira raro alguien por saltar al terreno de juego para pelear una melé?

‘A mí personalmente no me afecta nada de eso. Sé que muchos piensan que somos una rareza aunque jamás me he planteado jugar o no hacerlo por lo que pudieran decir de mí. Antes de jugar sí pensé que el rugby parecía más una cosa de chicos, pero probé y dejé de pensarlo ese mismo día. Cada vez menos, pero se sigue pensando que el rugby es violento por puro desconocimiento. Siempre te van a juzgar por ello así que lo mejor es hacer lo que te parece mejor’.

Perfecto, pero dime que es posible vivir del rugby porque voy a pensar que eres una romántica...

‘En Francia puedes aspirar a un piso proporcionado por el club y cuatrocientos euros aproximadamente. Y eso no da para vivir. La liga francesa, igual que la española, se va profesionalizando poco a poco, pero queda mucho. En la liga inglesa que, tal vez, es la más profesional del mundo, pasa lo mismo: piso y quinientas libras. Y eso es lo máximo a lo que puedes aspirar´.

Efectivamente, el romanticismo y el deporte van de la mano en muchos casos.

‘También cuenta la experiencia puramente deportiva y la progresión que te permiten estas aventuras. La élite francesa juega a un nivel físico muy superior al español. Lasa primeras líneas francesas en España no se ven, es un escalón por encima. Nuestras piliers pesan un tercio de lo que pesan en Francia y en otras selecciones internacionales. Eso afecta, como es lógico, mucho al juego. Los físicos tan superiores hacen que el juego de contacto se vea muy afectado. A esto hay que sumar la velocidad superior de las francesas o las inglesas cuando ponen la oval en movimiento. Se aprende mucho y te exigen mucho y eso te hace mejorar’.

Pregunto a Blanca si ella cree que esas diferencias de nivel son muy evidentes.

‘Desde el primer confinamiento de la pandemia ha bajado mucho el nivel de la división de honor española. A todo lo que ha dicho Alba hay que sumar una cosa esencial que es el número de efectivos con los que cuentan los equipos franceses y los españoles. Y esto es muy sencillo de resumir: si no tienes muchas jugadoras es difícil que tengas muy buenas jugadoras. Las plantillas de cuarenta buenas jugadoras que se encuentran en Francia no existen en España, en España con veinte buenas jugadoras te puedes dar por satisfecho’.

Tenía entendido que se está viviendo una especie de época dorada del rugby femenino español...

‘Igual que te digo que ha bajado el nivel de las senior españolas, te puedo asegurar que por detrás vienen empujando muchas jugadores excelentes desde las categorías inferiores. Lo que si quiero decir, porque me parece clave, es que son muchos los equipos de rugby femeninos y pocas las jugadoras; y que de ese modo, estamos muy dispersas y no se termina de consolidar un grupo potente y competitivo de máximo nivel. Es posible que reuniendo en muchos menos equipos a las jugadoras que tenemos los resultados fuesen mejores. Una plantilla amplia siempre da más garantías que una que esté la mitad de los fines de semana a expensas de una lesión de una o un examen de otra’.

Blanca Die es una mujer sensata y tiene los pies en el suelo. Pregunto si les quedan sueños por cumplir y se ríe.

‘Voy a dejar de jugar pronto. Y mi sueño actual es que se me pase la conmoción cerebral que estoy sufriendo. Ya estoy cansada y mi carrera deportiva ha sido muy satisfactoria. He llegado tan lejos como esperaba y estoy satisfecha. Todo tiene su final y los planes de vida van cambiando’.

Alba es más joven y tampoco se despega del suelo para dejar que la imaginación le lleven a territorios fantásticos.

‘Nunca he sido muy de tener grandes sueños. Quería ganar la liga Iberdrola y la gané; juego fuera de España, sigo participando en la selección española. De momento voy quemando etapas aunque me quedan muchas más y, espero, muchos triunfos’.

Llega la hora de despedirse. Nos ha respetado la técnica y hemos logrado tener una charla distendida y muy, muy, cómoda. Un verdadero placer para el que escribe.

G. Ramírez

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