Carlota Méliz: 'El Rugby me salvó la vida'

 


Creo que fue Joe Theismann, un comentarista famosísimo de fútbol americano, el que dijo que el rugby era un deporte extraordinario, que en el campo de juego nadie utilizaba protecciones, y que lo que más le gustaba era ver a los jugadores pelear sin cuartel y cómo se iban, una vez acabado el partido, a tomar unas cervezas todos juntos. Más o menos dijo eso; no recuerdo las palabras exactas. El caso es que cuando veo a Carlota Méliz entrenando a su equipo, cuando siento el ambiente que se respira en la cancha y al ver cómo las chicas conviven con las contrarias en el tercer tiempo de cada partido, me recuerda mucho eso que dijo Joe Theismann. Porque el equipo de esta entrenadora está progresando en competición de maravilla; porque el clima que se vive dentro del grupo y con el resto de equipos, es todo un ejemplo.

Carlota Méliz es una mujer encantadora, divertida, de carácter poderoso, buena conversadora; pero, sobre todo, encantadora.

En el campo de entrenamiento, no deja de moverse y observar a sus jugadoras. Para y corrige; intenta que lo positivo esté muy por encima de cualquier otra cosa; siempre tiene una palabra de aliento para las chicas que pelean por un puesto en el equipo del PRU femenino de Pozuelo de Alarcón (Madrid). Parece querer convertir a esas mujeres en misiles humanos que, sin miedo al contacto, luchen por ensayar en cada ataque, sin descanso, sin dar un respiro al rival.

Carlota Méliz, además, sigue jugando. Ser entrenadora y jugadora a la vez es una mezcla que aporta experiencia y estabilidad al equipo. Rápida, explosiva, una patada excelente y astucia, mucha astucia. En su faceta como entrenadora, forma un bloque compacto, muy robusto, con el resto del staff. Es decir, ha logrado que el equipo se enrosque sobre sí mismo de modo que todo esté protegido y en el lugar exacto.

Carlota Méliz, casco negro, durante un partido con 'Las Leonas'

Llegó al rugby casi por casualidad. ‘Cuando era estudiante de INEF en Barcelona, un chico entró en clase de anatomía y nos invitó a probar con el equipo de rugby. Me enamoré de inmediato y ya nunca he sido capaz de separarme de este deporte’. Ha jugado en el equipo del INEF de Barcelona, en el Sanse Scrum Rugby Club de San Sebastián de los Reyes y, ahora, forma parte del Pozuelo Rugby Unión.

Le pregunto sobre lo que debe tener una mujer para jugar al rugby.

‘Debe tener muchas ganas de jugar, sobre todo ganas de jugar. Pero eso significa un gran compromiso con el equipo y una capacidad de sacrificio muy importante. Esto es fundamental porque el rugby pone fácil todo lo demás; siempre hay un hueco para cualquiera de nosotras. El rugby acepta todo tipo de personas, todo tipo de cuerpos. Si quieres más contacto, las delanteras te van a recibir con los brazos abiertos; si quieres hacer ‘rugby princesa’ –que es mi caso- nadie te va a poner pegas’.

Me hace reír al decir eso de ‘rugby princesa’ refiriéndose al juego de la línea de tres cuartos. Y es que la expresión, lejos de ser peyorativa, encierra una forma de ver el rugby muy atractiva, casi entusiasta.

Hay quién dice que trabajar con un grupo de mujeres es, por lo menos, muy distinto a hacerlo con hombres. Y hay quién dice que es, además, mucho más complicado. ¿Crees que son ciertas esas afirmaciones?

‘Pues mira, distinto por supuesto, y más complicado también. En primer lugar, encontrar el entorno en el que las chicas se sientan bien, sin problemas, ya supone un reto. Acertar con la tecla con la que se logra no es cualquier cosa. Y, además, ten en cuenta que los chicos funcionan de otro modo. Cuando entrené a los chicos, si yo pedía a mis jugadores que se tiraran por una ventana lo hacían. Sin preguntar. Pero con las jugadoras la cosa cambia. Quieren saber por qué se tienen que tirar por la ventana, cuándo y cómo hay que hacerlo. Ahora bien, las jugadoras si sienten que mejoran, si se sienten arropadas, te pueden seguir hasta el infinito porque su grado de compromiso es extraordinario. En resumen, son formas de pensar muy distintas. Por otra parte, tengo la suerte de estar muy bien acompañada (al decir esto, Carlota despliega un orgullo sincero, honesto) por mis compañeros Javi, Ángel, Elena (‘Chow‘ en el mundo del rugby) y, hasta el año pasado, Cris. Si yo no llego a alguna cosa, ellos sí. Mira, no soy muy sentimental a partir de ponerme el mono de trabajo; soy bastante transparente y sincera, si tengo que decir que no me gusta el color de tus botas lo digo, y eso provoca que la parte más emocional la hayan soportado más y mejor mis compañeros. Así, me he podido centrar en encontrar las herramientas técnicas y tácticas para que las chicas puedan desplegar sus habilidades sin problema alguno. Javi, Ángel, Cris y ‘Chow’ han participado muy activamente en la construcción del grupo y eso es mucho decir y es tener mucha suerte. Así, somos lo que somos y los resultados hablan por sí mismos.

¿Vivimos una buena época del rugby femenino? ¿Lo mejor está por llegar?

‘Hubo un grupo de mujeres que lo dieron todo por este deporte en sus comienzos, que hicieron visible el rugby femenino en todo el mundo, que consiguieron ir a los primeros Juegos Olímpicos del Rugby 7; pero es cierto que se está produciendo un cambio generacional que nos trae chicas, niñas, que llevan jugando más años jugando al rugby que los que llevaban jugando las que fueron a esas olimpiadas. Es un cambio que está por llegar a su final puesto que a estas chicas tan jóvenes les falta alcanzar una madurez vital que aún no tienen. Les falta tranquilidad, objetividad, saber en qué momento apretar y cuando parar, son muy jóvenes todavía. Tienen una actitud más anaeróbica... dar todo, todo, todo, hasta que se desfondan. Pero con ellas llega un momento muy, muy, muy, bonito. Tienen muchísimo talento. Y, por si era poco, la presencia de la mujer en los staff comienza a ser una realidad. El rugby femenino va en la dirección correcta’.

Lourdes Alameda y Carlota Méliz (derecha) / Foto de Raúl García (RGL Fotos)

¿Algún consejo para las nuevas jugadoras?

‘Que absorban como esponjas. En los entrenamientos, en los partidos. Lo grande de este deporte es que juegas con muchas personas y, cada una de ellas aporta algo diferente. Lo más bonito del deporte es aprender de tus compañeros y el rugby no es una excepción’.

¿Ha quedado algún sueño por cumplir por el camino?

‘Trabajo por objetivos. Y, aunque me he lesionado mucho, he logrado todos los que me he propuesto. El mayor de ellos fue ir a jugar al campeonato mundial que se jugó en Irlanda un año después de romperme la rodilla. He hecho todo lo que me he propuesto a nivel deportivo; y como entrenadora estoy en ello...’.

¿Qué objetivos son esos?

‘El proyecto con el Pozuelo Rugby Unión está siendo muy bonito; estamos creciendo mucho. Y lo más precioso sería culminarlo ganando la liga y superando la fase de ascenso a DHB. Este es mi gran objetivo en la actualidad’.

¿Hasta qué punto te ha cambiado el rugby la vida?

‘Esencialmente. Cuando llegué al rugby estaba pasando un momento muy complicado de mi vida y fue en el único entorno en el que me sentí protegida, cómoda. Si no hubiera sido por el rugby salir de aquello hubiera sido mucho más complicado. El rugby es muy importante para mí. Y no exagero si digo que me salvó la vida’.

G. Ramírez

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