La pareja de hoy ¿en manos del materialismo y la falta de compromiso?

 


La realidad cambia a una velocidad más que considerable. Y debe ser que yo me estoy quedando rezagado o que he dejado de comprender algunos asuntos que tengo alrededor por una innata y clara falta de capacidades para ello. Ya no lo sé.

Siempre tuve claro que comprometerse con una pareja era jugarse la vida. No quiero decir que se pudiera en peligro de muerte nadie, no, me refiero a la vida entera, a eso que dejas atrás porque eliges hacerte viejito con otra persona, eso que ya no serás nunca porque el camino elegido te llevará por otros derroteros, a todo lo que eres en un momento determinado. A eso me refiero. De hecho, yo juego la vida desde hace más de treinta y cinco años (con la misma mujer), unas veces con más arte, otras bordeando el desastre más absoluto.

Me temo que la idea de pareja actual no tiene mucho que ver con ese concepto que, creo, ya es más romántico que otra cosa. La inmediatez, el sexo, la falta de compromiso o arrancar las relaciones teniendo presente la idea de fracaso, han tomado un protagonismo que yo no sé si es mejor o peor, pero que marcan definitivamente las relaciones de pareja en la actualidad.

No entiendo una pareja en la que el compromiso no sea total porque ambos se juegan la vida. No entiendo una pareja que tenga las relaciones sexuales en cabeza de las prioridades si con ello se descuida el amor, la complicidad, la amistad incondicional y saber que el camino es largo, tortuoso y difícil. Amar a un hombre o a una mujer no es practicar sexo. Es mucho más aunque el sexo tenga una gran importancia.

Dejen que ponga un ejemplo que se repite con mucha frecuencia en mi entorno. Se forma una pareja que afirma mirar con decisión el futuro y proclama el amor como base fundamental de la vida (cuanto más inseguros son, más cursis se ponen). Pero no comparten el dinero por lo que pueda pasar. A mí esto me parece que dice mucho de las parejas. Que conste que entiendo que hay situaciones en las que está justificada la separación de bienes o no tener cuentas comunes. Pero, generalmente, la gran razón por la que no se junta el dinerito en una sola cuenta es que no saben lo que puede pasar, es decir, se inicia la relación con el fracaso en el horizonte. Menudo panorama debe ser prometer amor con reservas. Es, sencillamente, incompatible.


Hace unos años (no tanto como la gente puede pensar) las mujeres, en su inmensa mayoría, no trabajaban fuera de casa. El problema del dinero era muy sencillo: el marido llevaba el sobre a casa (se cobraba en metálico y te daban un sobre con la tela dentro) y lo entregaba a la esposa para que lo administrase; y los más retorcidos se quedaban con el sueldo y daban cada semana una cantidad a la esposa. En mi época, la cosa ya era otra. La mujer estaba incorporada en el mercado laboral, pero la diferencia de sueldos y oportunidades era monumental. Pero el que se comprometía como yo lo hice, jugándose la vida, no se lo pensaba y lo primero que se hacía era abrir una cuenta común. Lo que teníamos era de ambos. Ahora, lo normal es que cada uno tenga lo suyo por si las moscas, algo que demuestra una falta de seguridad monumental en la pareja y creo que cierto egoísmo. Hay parejas en las que él o ella ganan mucho más que el otro y ese es el que siempre va a estar en desventaja. Siempre. Uno fregará más platos para compensar su pobreza y sentirá el peso de la desigualdad. Y eso no me convence.

Parece que un fracaso sentimental lo es menos si te quedas con más pasta. Y lo cierto es que en un desastre sentimental lo que te destroza es la falta de amor, el abandono, la destrucción de lo que era tu mundo. Ya sé que estas cosas ya no se dicen, pero lo creo de verdad.

Me he centrado en las cuentas bancarias aunque podríamos decir cosas parecidas de todo lo material (pisos, fincas, coches o lo que sea). Lo que se puede tocar manda en la pareja actual cuando lo importante es lo inmaterial. Así lo creo.

Sea como sea, debe ser que me hago viejo a velocidad de vértigo y ya no soy capaz de entender lo que pasa. O que los valores más fundamentales se han esfumado como por arte de magia.

G. Ramírez

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