¿Es una vergüenza votar socialista? La política convertida en letrina

Concentración en la calle Ferraz de Madrid para apoyar a Pedro Sánchez

La vida no va de hacer política, ni de políticos, ni siquiera va de ideologías (ojo con las ideologías que han sido catastróficas antes o después). La vida va de personas, de cuidarnos unos a otros, de ser radicales defendiendo lo mejor de la condición humana. La vida va de la mejor de nuestras caras si queremos que sea algo que merezca la pena. Y, actualmente, hemos confundido la vida con la política; eso que llamamos polarización no es más que una enorme confusión que nos hace creer que una idea vale más que la dignidad humana, que los principios morales más arraigados en nuestra sociedad o que nuestra propia condición. Confundimos el insulto con ‘llamar las cosas por su nombre’, la defensa de una idea con poder soltar lo primero que te pasa por la cabeza, ser valiente al expresar lo que pensamos con el grito, la violencia verbal o una agresividad propia de fieras. Eso en el mejor de los casos porque algunos podrían dar una paliza a un joven por ser gay, detener a una persona por ser negra o expulsar del país a otros por su origen magrebí y creerían estar haciendo un servicio maravilloso a la sociedad.

Todo cabe en lo que creemos que es política. Y lo peor de todo es que los propios políticos se creen que lo que hacen a diario es, eso, política.

Creo que hemos llegado al límite de lo que se puede aguantar en democracia. Estamos a un paso de destrozar todo lo que hemos conseguido con sangre, sudor y lágrimas. Nuestra clase política es tan mezquina, rastrera y mediocre que necesita de este follón permanente para que sus carencias (que son todas las que uno puede imaginar) queden sepultadas por una masa informe y pegajosa formada por la mentira, por la manipulación informativa, por el veneno que se vierte en las redes sociales convertidas en auténticas letrinas y por una presión política y judicial insoportable que nos impide tener un horizonte claro.

Pero a pesar de todo, deberíamos pensar que un político no es una diana a la que podemos lanzar dardos o cualquier otra cosa intentando destrozar todo lo que está por delante. Son personas y merecen un respeto, el mismo que todos reclamamos para nosotros mismos. No deseo  ni insultos, ni persecuciones, ni mentiras que pretendan derribar a un político, para ninguno de ellos. Ni siquiera lo deseo para gente como Isabel Díaz Ayuso que sigue diciendo disparates sin control porque ella vive del fango y sabe que si los demás lo pisan tiene posibilidades de ganar. Ya ha dicho que Pedro Sánchez está en La Moncloa ‘moviendo papeles que pueden inculpar a su esposa’. Ni siquiera para alguien tan mezquino hay que desear lo que está pasando en la política española, ni siquiera para los que potencian un periodismo rastrero y vendido, ni siquiera para los que manejan discursos llenos de odio.

No podemos consentir más lo que está pasando desde hace años. Nos deberíamos avergonzar como sociedad al permitir ser testigos mudos o, lo que es peor, activos de un espectáculo lamentable y ridículo.

Pues bien, dicho esto, quiero añadir que nadie debería avergonzarse de lo que vota, siempre y cuando se encuentren dentro de lo que la democracia marca como límites insalvables. Votar al PP, Sumar o ERC es tan bueno como votar al PSOE, EH Bildu o BNG. No hay diferencia puesto que todas esas formaciones políticas son parte de nuestra democracia. Y que nadie debería señalar a otro por votar o simpatizar con un líder político u otro. Eso es lo que sucedió antes de que Franco y los militares golpistas comenzasen una sublevación sangrienta que sigue haciendo trizas nuestra sociedad. Voto socialista desde que puedo hacerlo; no me convence Pedro Sánchez aunque creo que es lo mejor que tenemos entre tanta mediocridad; ni soy mejor que usted ni peor tampoco. Y me considero demócrata hasta la médula. Hubiera escrito esta columna si el que estuviera tomándose un tiempo en La Moncloa fuese el líder del PP (incluso si fuera Díaz Ayuso que es la gran precursora de todo esto). Y espero que todos nos sentemos a pensar en las personas y nada más que en ellas. Lo espero de corazón.

G. Ramírez

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