Mariana Marxuach: 'Un partido de rugby es la vida misma en pequeñito'

Mariana Marxuach con el balón.

Actualmente, el rugby femenino está viviendo una época extraordinaria dado que el número de licencias no deja de crecer; dada la calidad individual que atesoran, desde hace tiempo, decenas de jugadoras; dados los resultados que van obteniendo unas mujeres que demuestran día a día que el rugby no es cosa de hombres exclusivamente. Pero no hace mucho las cosas eran bien distintas.

Mariana Marxuach jugó durante veinticinco años al rugby. Lo dejó a los cuarenta y ocho siendo ya madre de dos hijos. Sigue vinculada al R. C. Majadahonda, su club de siempre. Mariana presume de estar jubilada, de asistir a clases con gente mayor en el aula, de disfrutar de todo lo que hace incluido echar un cable con el equipo senior femenino que juega en categoría regional. Es una mujer que parece no dudar al expresar su opinión, es vital, tiene el carácter propio de alguien que se ha tenido que jugar el todo por el todo cada fin de semana sin descanso.

Charlamos sobre los viejos tiempos, sobre ese tiempo en el que la mujer tenía muy restringida la práctica de algunos deportes. Me recuerda que, en los años ochenta, la mofa, la burla y el estereotipo era lo más común si el centro de atención era el deporte. Incluso algún diario, al que se le suponía cierta progresía, caía en la tentación de publicar alguna pieza que resultaba bochornosa.


Fotonoticia: La variante del rugby delicado (publicada por El País el 15 de marzo de 1985)

‘La mujer se incorpora paulatinamente a la práctica de deportes tradicionalmente reservados al hombre. Determinados intentos, sin embargo, no parecen demasiado afortunados. Por ejemplo, el del rugby femenino, que ayer volvió a tener carta de naturaleza en Getafe, como el año pasado. El físico tiene una importancia diferencial fundamental a la hora de hacer ciertos ejercicios, y la mujer no está hecha para sufrir los placajes del deporte del balón ovalado. Quizá por eso, en la imagen, una jugadora del Arquitectura es sujetada por dos rivales del CEU por una pierna y un brazo en vez de por el cuerpo (pecho, cintura o caderas). Las mujeres podrán tener su habilidad: correr, jugar con la mano y patear el balón, pero en los contactos harán otra cosa. Desde luego, no rugby en la jugada clave de este deporte, que evita el individualismo al obligar a soltar el balón y jugar en equipo con el compañero’.

Empezó a jugar como medio de apertura aunque luego jugó, casi siempre de centro. Le pido que me explique cómo fueron sus comienzos en el rugby.

‘En el instituto de Pozuelo en el que estudié, coincidí en clase con los chicos que jugaban en el Olímpico de Pozuelo. Si había veinte en clase, los veinte jugaban al rugby. Tendríamos dieciséis o diecisiete años. Las chicas hacíamos cada una lo nuestro: tenis, baloncesto o lo que fuera. Un día, aquellos muchachos nos animaron para que formásemos un grupo de chicas y así lo hicimos. Entrenábamos con ellos y eso eran palabras mayores. Si no recuerdo mal, ese año fueron campeones de España de la categoría cadete. Eran muy buenos jugadores. Entrenamos alguna vez, pero no teníamos rivales para poder jugar y se dejó de hacer.

Pasado el tiempo, y cuando estaba a punto de acabar mis estudios en INEF, aprovechando que el equipo masculino de rugby iba a jugar contra el INEF de Portugal, nos dijeron que allí tenían un grupo de chicas que jugaba rugby y que podríamos competir contra ellas si lográbamos sumar jugadoras suficientes. Nos preparamos un poco y jugamos el encuentro. Aquel fue mi primer partido’.

Jugadoras de distintas generaciones (Mariana a la derecha)

¿Y aquello era lo normal, lo entendían en casa…?

‘En aquel momento, una jugadora era algo exótico. No teníamos ni botas para jugar al rugby. Nuestro número de calzado más habitual era el 38 y si conseguíamos algo era con tacos de goma y preparado para jugar al fútbol. Era calzado de niño y ellos jugaban en campos de tierra con tacos de goma. Y en hierba esos tacos no agarraban bien, necesitábamos que fueran de aluminio y no había forma de conseguir nada de nada. Además, alrededor escuchabas cosas como que estabas chalada por jugar al rugby. Mira por dónde quiere salir esta mujer, decían algunos. Era una cosa totalmente extravagante. Se publicó por aquel entonces la nota en El País hablando del rugby femenino, de lo imposible que resultaba que las mujeres jugásemos. Y es que si un fotógrafo quiere conseguir una foto ridícula lo puede hacer en el Seis Naciones masculino o en un mundial, pero no se suelen publicar porque se trata de informar y no de ridiculizar. Con las mujeres la cosa era distinta. Así estaban las cosas, si no podíamos jugar al fútbol imagina lo que era intentar jugar al rugby’.

Mariana es madre de dos hijos que han jugado al rugby aunque han terminado tomando caminos alejados y practican otros deportes. Mariana no cree en las obligaciones ni en ese afán de los padres por tener hijos calcados a lo ellos fueron. El deporte debe practicarse con naturalidad.

‘A mí jugar al rugby no creas que me cambió en exceso la vida. Ten en cuenta que ya era raro que una mujer hiciera INEF. Estaba acostumbrada a ser la nota discordante.

Jugadoras de la primera selección nacional de rugby femenino.

El rugby actual es muy distinto y Mariana habla con cierta emoción que se deja notar en los silencios entre cada frase.

‘Los chicos y chicas que juegan juntos al rugby se lo pasan fenomenal; y lo mejor que le puede pasar a un club es que haya un grupo de chicos y otro de chicas, que jueguen juntos en las categorías inferiores y que disfruten. Incluso en los clubes que han tenido históricamente un tirón mayor entre las chicas, como puede ser el R. C. Majadahonda, los chicos han sido siempre un valor y se disfruta mucho jugando con ellos. Es una suerte tenerles cerca y se recibe mucho apoyo por su parte. Es más, te puedo asegurar que en mi club nunca he notado machismo ni nada por el estilo. Ten en cuenta que las chicas hemos jugado en división de honor y ellos en categorías regionales normalmente pero hemos sentido su apoyo incondicional desde el primer minuto. Es una suerte tenerles cerca’.

Remarca que ver jugar a las chicas en Sub16 con los chicos pone los pelos de punta ya que la diferencia física es evidente y peligrosa. Y aun así, con todas las reservas, dice que todo el mundo tiene derecho a jugar al rugby, refiriéndose a las mujeres transexuales que van apareciendo con cuentagotas en los distintos campos de todo el mundo.

‘Tal vez, algún día lleguemos a conocer una categoría mixta en el rugby y será la solución a este gran dilema actual. Ya veremos. De momento hace falta pensar sobre ello y no equivocar las decisiones. El mundo está cambiando mucho y muy rápido y hay que encontrar fórmulas para que todo encaje’.

Junto a una jugadora del R. C. Majadahonda


¿Y si todo volviera a empezar…?

‘Volvería a ser jugadora de rugby con seguridad. Es el deporte con el que más he disfrutado. Es como la vida misma: en el campo disputas un espacio al equipo contrario con todas tus ganas, con tus defectos, con tus virtudes y con tu equipo. Compites con rabia, sufres caídas, golpes. Encuentras motivos para alegrarte aunque no puedes detenerte porque el contrario aprieta. Necesitas un gran apoyo de los que te rodean y tienes que ofrecer ese mismo apoyo a los demás si quieres conseguir lo que te has propuesto. Un partido de rugby es la vida misma en pequeñito’.

Se acaba el tiempo y debemos despedirnos. Aunque nos emplazamos a encontrarnos en alguno de los campos de rugby que frecuentamos. También los mayores tenemos a hacer nuestro particular tercer tiempo después de tantos años y tomar unas cervezas en buena compañía.

G. Ramírez

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