Javier Montes: 'Si estás involucrado en algo debes dar lo mejor de ti'
Javier Montes después de acabar una etapa del Titan Desert Morocco. |
Javier Montes Sánchez-Mincholed es un hombre polifacético, cercano, amable y bueno. Javi Búfalo es, sobre todas las cosas, una montaña de esos valores que tanto echamos de menos en la sociedad actual. Podría parecer, a primera vista, que es una montaña de músculos aunque, dentro de tanto músculo, debajo de tanto tatuaje, encontramos a un ser humano íntegro.
Javier Montes nació en Madrid aunque
presume de ser maño, de Sabiñánigo. Allí se crio. Tiene cincuenta y seis años,
poco pelo (como el que escribe) y barba
frondosa. Pertenece a la familia Sánchez-Mincholed; es uno de los cincuenta o
sesenta miembros que quedan vivos en España.
Empezó a jugar al rugby un poco
tarde. Había jugado al fútbol, al baloncesto y al balonmano (llegó a fichar por
el Atlético de Madrid para jugar al balonmano aunque Jesús Gil arrasó con la
sección ese mismo año y dejó sin posibilidades de cumplir el sueño de Javier). Practicó karate (es cinturón marrón). Y un compañero del colegio le
invitó a probar el rugby. Comenzó jugando en un equipo fundado por familias de
Mirasierra. Ese equipo era el que se conocía como ‘Las Damas Rosas’ (Frikie 12-18).
Tenía diecisiete años.
‘Llegué tarde al rugby. Después
de desaparecer ´Las Damas Rosas’, jugué un año en Arquitectura aunque no
tenía mucho espacio para ser titular por lo que decidí cambiar de equipo; y
apareció en mi vida el CAU y allí estuve veinte años’.
Otra de las grandes pasiones de
Javi ‘Búfalo’ es la bicicleta.
‘Hacía ciclismo todas las
temporadas llegado el mes de agosto. Así evitaba llegar en malas condiciones al
principio de la temporada del rugby. Pero no era un deporte principal ni mucho
menos’.
Le miro (de arriba abajo) y le
digo que un tipo tan corpulento no da el perfil de ciclista, que es mucho músculo
y mucho peso para subir puertos.
‘Soy la antítesis del ciclista tipo, así es. Los
entendidos siempre me preguntan si hago ciclismo en pista. Y es que los
ciclistas que hacen medio kilómetro o un kilómetro persecución son verdaderas
bestias. Pero siempre confieso que la bici para mí es un divertimento. Y, por
cierto, subiendo puertos sí se nota esa constitución física tan marcada, pero
en los llanos soy capaz de aguantar cualquier ritmo que me impongan. En
categorías amateur, claro’.
Javier 'Búfalo' Montes |
¿Por qué ese salto al ciclismo de forma más regular, más intensa?
‘Al dejar el rugby, vivía la vida
como si estuviera jugando todavía y eso, como todo el mundo sabe, no funciona
así. Me puse en ciento treinta kilos, me fumaba cajetilla y media a diario, no
renuncié a la cerveza y terminé sufriendo una hipertensión arterial que casi me
lleva para el otro barrio. Los médicos me dijeron que si no cambiaba mi plan de
vida iba a tener serios problemas de salud. Me llegaron a decir que me había
salvado por los pelos, gracias a los años de deporte, porque eso me había dotado
de un corazón a prueba de bomba. La pregunta era ¿qué puedo hacer para cambiar
esta dinámica? Correr no (no lo iba a hacer) y un amigo me dijo que
probase con la bici más en serio. Esto
fue en 2006 y así fue ese salto’.
Hablo con Javier y siento que
cada cosa que hace le genera una enorme pasión. Hable de lo que hable, la mirada
brilla.
‘Hago todo con pasión. Mi
familia, mi deporte, mis vacaciones, mis amigos. Las cosas hechas
con pasión se disfrutan mucho más que cuando se hacen por obligación’.
Esa pasión le lleva a tener experiencias
extremas, intensas e inolvidables. Por ejemplo, la Škoda Titan Desert Morocco.
Seiscientos 600 kilómetros, seis mil metros de desnivel, durante seis días y
seis noches atravesando buena parte del desierto de Marruecos y el Atlas. Desde
Boumalne Dades a Maadid. Este evento deportivo lo organiza RPM Sports que,
también organiza eventos similares a este en Almería y Arabia. Es un reto de
gran exigencia física y mental, algo reservado para muy pocos.
‘¿Por qué esta competición?
Llegué a ser director de comunicación de la Federación Madrileña de Ciclismo y
de la Vuelta a Madrid, y eso me ha facilitado tener mucho contacto con gente
dedicada al ciclismo. Llevaba algunos años intentando acceder a la Titan Desert
Morocco y finalmente (había estado a punto de ir dos o tres veces anteriormente)
esta vez la oportunidad llegaba gracias a un proyecto solidario. Verás, tengo
una amiga que forma parte de la Federación Española de Ciclismo. Se llama
Silvia González y hace cuatro años, durante una prueba ciclo turista, tuvo una
caída. Al hacer las pruebas pertinentes le detectaron un cáncer. El asunto es
que no estaba funcionando nada de lo que iban haciendo los médicos para que
mejorase y, por fin, le hicieron un autotrasplante de médula el pasado
noviembre. Se planteó entonces un reto que consistía en hacer la Titan Desert
Morocco, en superar las seis etapas. Me preguntaron si me apuntaba y, por
supuesto, dije que sí. Así que he acudido de la mano de un proyecto solidario’.
¿Nada de competir entonces?
‘En este tipo de pruebas van a
competir los cincuenta primeros; el resto vamos a sobrevivir y a llevarlo lo
mejor que se pueda. En esta prueba, nuestra fijación era que Silvia terminase y solo esa’.
¿Ha terminado?
‘Lo ha conseguido. Está muy
contenta y nosotros tanto como ella. Hemos sido veinte corredores; hemos
terminado diecinueve (uno tuvo que abandonar porque le tiraron en una etapa y
se rompió la clavícula) y todos estamos encantados’.
¿Cómo de dura es una prueba de estas características?
‘Terrible. Ten en cuenta que los
dos primeros días ya acumulas un desnivel descomunal. De dos mil cuatrocientos
cuarenta y cuatro metros el primer día y de mil setecientos cincuenta y cuatro
el segundo; ciento cuatro y ciento seis kilómetros respectivamente. Eso para
empezar no está mal y, después, tienes otros cuatro días al límite. Una
barbaridad. Duro, duro’.
¿Sobre la bici hay tiempo para
pensar o te da lo justo para salvar la papeleta y salir de la situación?
‘A mí me gusta pensar mucho
cuando voy en bicicleta. Si voy solo me encanta hacerlo. En grupo ya es otra
cosa porque vas charlando. Y durante esta prueba, he estado solo bastante
tiempo. Una de las primeras etapas estuve tres horas solo, sin nadie por
delante ni por detrás. En otra etapa, estuve dos horas y pico solo; conecté con
gente y volví a quedarme solo… Pienso mucho y procuro hacerlo en positivo.
Pienso en la gente cercana, en las cosas del rugby, en cosas con las que puedo
mejorar, en la familia, en los amigos, en los que no están… No soy de los que
piensan en bajarse de la bici en los momentos en los que estás triturado,
siempre encuentro un motivo para seguir dando pedales’.
¿Cómo te has planteado esta
competición?
‘Etapa a etapa. Solo he pensado
en el día siguiente. Creo que al terminar la tercera etapa pensé ‘yo esto lo
termino seguro’. Y la satisfacción personal es inmensa. Es una muesca más en la
culata. Ya he hecho algunas cosas parecidas; cuando me hablan de asuntos que no
tienen mucha lógica me suelo apuntar. Recuerdo una Madrid-Lisboa que fue
tremenda. Una de las etapas de ciento diecisiete kilómetros pedaleando en medio de un bosque
de eucaliptos, todo lleno de barro, de noche, un frío que pelaba. En fin, tengo
varias experiencias y todas me aportan una satisfacción personal muy intensa’.
¿Qué te traes de Marruecos, qué
es eso que más te ha tocado los sentidos?
‘En mitad del Atlas, a mil
ochocientos metros de altitud, a treinta y cinco kilómetros de la localidad más
cercana, salían niños de la nada, de detrás de las piedras. Con unas chanclas
gastadísimas, un pantalón deportivo y una camiseta del Madrid o del Barça,
pidiendo chocolate. Entonces piensas en lo privilegiado que eres. Miraba el entorno y
no había ni un adulto. Somos privilegiados. Mira, si le dejase a alguno de
ellos la bici para que la vendiese, él y su familia vivirían dos o tres años;
sin embargo me he vuelto a Madrid, con mi bicicleta y con la imagen en la
retina. Me ha impactado mucho. Eso y el ruido de la arena del desierto al
pisarla, cuando está cristalizada porque hace un ruido muy peculiar. Me traigo
muchas imágenes pero esas dos son las dos que más me han impactado. Y la
sorpresa del carácter del marroquí; son encantadores, son cercanos, cariñosos;
nada que ver con lo que arrastramos en el ideario colectivo’.
Para un instante, para pensar.
‘La bici me gusta mucho y me ha
dado mucho. Ya te he dicho que gracias al ciclismo conseguí superar una etapa
difícil de deterioro físico; pero es que, además, me ha proporcionado muchos
amigos y conocidos. También algunas caídas por las que tengo una placa y
algunos tornillos en el cuerpo’.
¿Te han quedado sueños sin
cumplir en el ámbito deportivo?
‘No, creo que todo lo que he
querido conseguir lo he conseguido. Mis objetivos siempre han sido a corto
plazo. Por ejemplo, al comenzar a jugar al rugby nunca me planteé llegar a la
selección nacional, me dije ‘disfruta del juego y deja que sea el tiempo el que
te diga dónde tienes que estar’. He estado metido en todos los ajos con los que
me he encontrado y he sido muy feliz’.
Javier 'Búfalo' en el Titan Desert Morocco. |
Le miro los brazos. Y los señalo. Los tatuajes de Javier son muy llamativos. Me dice que en la espalda tiene todo tipo de tatuajes que representan personajes Marvel. Le encantan Spiderman y Hulk. Se ha hecho muy fan de Iron Man y siempre se arrimó al Capitán América. Como tenemos, más o menos, la misma edad (servidor, más cuatro) vamos terminando mientras recordamos aquellos tebeos Marvel tan maravillosos. Y las ‘Hazañaz Bélicas’. Y ‘El Guerrero del Antifaz’.
No quiero acabar sin resaltar
algo que siempre me ha llamado la atención de Javier.
¿Cómo deportista has sido tan
generoso como lo eres en tu vida personal?
‘Así me educaron y creo que las
personas deberían ser así de forma natural. Me enseñaron desde niño que si
estás involucrado en algo debes dar lo mejor de ti porque a alguien le puede
servir eso que entregas. Siempre me quedo con el último del pelotón me vaya
mejor o peor. Si hay que arrimar el hombro se arrima y me siento muy satisfecho
si lo hago. Por encima de todo están los valores. Y en eso el rugby ha sido
pieza fundamental, me ha enseñado y ha perfilado todos mis valores Es el
deporte que más valores enseña, es el deporte que transmite todos los valores
que un padre quiere transmitir a sus hijos’.
¿Vienes mejor de la cabeza?
‘No, lo mío no tiene arreglo’.
Entre risas, nos despedimos. Nos
tenemos cerca y es una despedida muy de mentira. Nos veremos en cualquier momento.
No en la 'Titan' de Almería (es la próxima que quiere hacer), pero sí en cualquier
campo de rugby. Eso sí es seguro.
G. Ramírez
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