Bombas, cuchillas y la tierra de todos

 

Mohammed Salem Imagen propiedad de: REUTERS

No se puede mirar la fotografía en la que aparece un niño ensangrentado después de un ataque de la artillería y quedarse impertérrito. No se puede traducir la imagen del terror a una idea política ni se puede justificar un niño muerto con nada de este mundo. Nada puede rebajar el horror de la guerra. Da igual quién comenzó a disparar. Los niños no entienden de guerras; solo las sufren. Justificar salvajada tras salvajada nos convierte en salvajes. Vengan de donde vengan. Y no soy equidistante: me repugna la violencia, me repugna el ‘ojo por ojo’, me repugna la justificación barata.

No se puede saber que en un país como Gambia se plantean despenalizar la ablación y quedar impávidos. Miles de crías pasarían por un calvario impuesto por un parlamento lleno de hombres cegados por lo ancestral; no nos podemos poner de perfil ante situaciones de injusticia tan brutales y dormir a pierna suelta. La ablación de una niña debería ser el dolor de todos.

No se puede mirar a un inmigrante como si de un monstruo peligroso se tratase. Alguien que ha cruzado un buen puñado de millas dentro de una patera, que ha perdido compañeros, a sus familias, que ha dejado atrás su vida pensando en que el futuro está un poco más allá de una muerte que acecha, merece que le miremos con admiración, simpatía y casi devoción. ¿Usted estaría dispuesto a cruzar el estrecho jugándose la vida? Claro que no, porque usted tiene una vida más o menos sencilla, acomodada. Ya sé que los problemas están sobre la mesa y que en todos los sitios cuecen habas, pero en otros las mesas están vacías y cuecen piedras hasta que los niños que esperan la cena se duermen por cansancio. Por cierto, usted que dice que los inmigrantes vienen a quitar el trabajo a nuestros hijos, ¿quiere que su hijo recoja ajos esta temporada que viene o prefiere que siga estudiando? Entonces ¿quién cree usted que va a recoger esos ajos?


No se pueden reír las gracias de un hombre o de una mujer que no tiene en cuenta la cara b de la realidad. Los pobres están, la injusticia está, el dolor está, el miedo está, las tragedias están… Y no son invenciones de unos listillos que quieren paguitas, ni excusas para no trabajar. Hay que ser mezquino y cruel para jugar con estas cosas. Un verdadero sociópata.

No podemos dar la espalda a los pobres, a los que sufren violencia, a los que se tienen que jugar la vida para encontrar una razón por la que seguir en este mundo. No podemos jugar a esta tierra es mía. Y los católicos (que en España son muchos y se dejan ver en manifestaciones con banderas convertidas en capas) deben asumir de una vez por todas que Dios no entiende de papeles, que Dios no sabe de fronteras.

Estamos obligados a construir un mundo mejor en el que todos tengamos un espacio y cierto protagonismo. Vamos a dejarnos de tanto meme en redes sociales y tanto seguir a hombres y mujeres que solo quieren un voto de nosotros. Inundemos esas redes sociales de mensajes solidarios y votemos a los que buscan el bien común. Ya sé que es difícil, pero si no empezamos por hacer lo que podemos cada uno de nosotros jamás lograremos dar un paso al frente.

G. Ramírez

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