¿Cómo está sonando la vida?

El escritor, compositor y filólogo inglés, Samuel Butler, dijo que la vida es como un solo de violín que debemos interpretar mientras aprendemos la técnica y la partitura.

Podría parecer que esa afirmación no es nada del otro mundo, pero, sin embargo, es una definición de la vida mucho más exacta de lo que podría parecer. El violín es un instrumento difícil. No son muchos los que logran arrancar al instrumento ese sonido tan conmovedor que nos llega desde las interpretaciones de los grandes músicos. Por el contrario, el violín puede llegar a ser, en poder de alguien que no sabe lo que tiene entre las manos, uno de los instrumentos que emite sonidos más espantosos. Ahora, imaginen tener que tocar una pieza habiendo cogido un violín por primera vez y mirar una partitura, también, por primera vez sin saber leerla. Solo el tiempo puede lograr que la música, que la banda sonora de nuestra vida, sea algo digno de escuchar por otros y por uno mismo. Es decir, solo la experiencia, la memoria, un criterio sólido y un afán de superación a prueba de bombas, evita que hagamos las cosas mal, el ridículo.

Lo que no dijo Butler es que la partitura, a veces, está escrita y no hay forma de borrar una nota imposible de tocar; pero, otras muchas, somos nosotros los que debemos anotar esas notas en la línea del pentagrama. Es algo así como pensar que cada día que pasa es una clase que recibimos de solfeo vital.

La mala noticia es que nuestra sinfonía será un desastre en alguno de los movimientos. La buena es que podríamos componer una de gran belleza con un poco de tesón.

G. Ramírez

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