La cara oculta del amor

Hacía muchos años que no tenía lo oportunidad de sentarme en una cafetería para escribir tranquilamente y saborear un café delicioso como el que me han servido. Los que me conocen saben que suelo escribir en lugares bulliciosos, en bares, en trenes o en la cocina de casa (en una mesita de madera y rodeado de niños dando la lata he escrito mis novelas y buena parte de las columnas de opinión y críticas durante todos estos años).

Spotify me ha preparado, por otra parte, una lista de reproducción bastante insultante (eso creo) y casposa que debe hacer juego con mi edad, pero me conformo si pienso que ‘más de sesenta es lo que es’. En realidad, esa lista está trufada de temas que en su tiempo fueron icónicos (lo siguen siendo).

Comienzo a escribir y escucho ‘More Than a Feeling’ de Boston. Confieso que no dejo de mover el pie derecho al son de los compases que tanto me gustaron.

La luz de la tarde madrileña es una fantasía. Deslumbra con su esplendor, con su intensidad; dibuja una mueca imaginaria llena de melancolía. Los gorriones ya no están hace mucho tiempo. Suena Bob Seger. ‘Old Time Rock & Roll’. Una pareja de jóvenes discuten en la mesa que tengo a la derecha. Él pierde los nervios, se levanta y escapa (sí, huye porque ella le acorrala, le tiene contra las cuerdas que dibuja la palabra exacta). La joven bebe despacio cuando él ya no está. Creo que es agua con gas. Su teléfono vibra con la pantalla iluminada. Ni se inmuta. Parece no interesarle. Debe pensar que se trata del pesado que acaba de correr en dirección al ridículo y que nada de lo que le pueda decir forma parte de su interés. Pasan un par de minutos y cruza los brazos sobre el pecho, junta las rodillas. Intuye la vuelta de ‘Romeo, el escapista’. Y es que siempre necesitamos volver, que nos atiendan, que muestren cariño por nosotros, somos muy básicos, pienso. Qué casualidad: ‘Celebration’ de Kool & The Gang.

Ahí está. Cara de enfado, caminando como si se fuera a batir en duelo con el duque de Antequera la Chica. Ella resopla y desvía la mirada. Él se sienta, masculla algunas palabras que provoca una mirada perpleja. Vete a la mierda, chaval, dice ella. El joven, rojo de ira se levanta haciendo un gesto muy agresivo con la mano derecha. Me mira y le digo que ni se le ocurra. Vuelve a alejarse soltando disparates que no soy capaz de escuchar con la música sonando.

Sigo a lo mío. Escribo y escucho ‘Hide In Your Shell’ de Supertramp, uno de los temas que más me ha gustado de todos los que he escuchado en mi vida.

No creo que la chica tenga más de veinte o veintiún años. Pelo lacio, castaño, camiseta blanca, tejanos y sandalias. Me agradece con una mirada fugaz, con los labios fruncidos, con un tono de voz tenue aunque suficiente. Muevo la cabeza de lado a lado de forma casi imperceptible. Arranco una hoja de papel del cuaderno y busco un bolígrafo en la mochila. Se lo entrego por si quiere escribir algo. No dice que no.

Pasan algunos minutos, Intento encontrar una frase que exprese cómo se siente un personaje del relato que trato de cerrar desde hace un par de meses. No doy con la fórmula. O muy cursi, o muy gastado, o muy forzado o muy plano. Gisela, mi personaje, cree que no será amada jamás como se merece.

La chica pide su cuenta. Se levanta y deja el bolígrafo sobre mi mesa. Dobla el papel y piensa. Lo deja junto a mis cosas. Se despide con una sonrisa. Sale de la cafetería aunque se queda mirando por la ventana. Intuyo que espera que lea. Casi todo tachado aunque se puede leer.

‘Amar, ser amado es duro, yo diría que imposible. El precio que se paga por querer y creer que te quieren es muy alto y no sé si merece la pena. Cualquier idiota del que te olvidas a los diez minutos te puede enseñar la cara b de una relación que un minuto antes creías perfecta. Vivimos sin saberlo en la cara oculta del amor, el amor es la luna de todos, el amor es oscuridad, soledad, estar al margen de todo y de todos. El amor es nuestra luna y no debemos viajar hasta esa cara oculta porque morimos en ese mismo instante. Vivo en la cara oculta del amor que siento, del amor que me tienen prometido y nunca llega un rayo de luz’.

Miro la ventana y ya no está. Realidad y ficción se engarzan de nuevo. Y es que eso es la literatura.

G. Ramírez

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