¿Se puede hablar con Dios?
Vamos a ver si tengo suerte. Me
parece a mí que será difícil, pero por intentarlo no se pierde nada. Venga...
Buenas tardes. ¿Me puede poner con Dios? Sí, ya sé que está muy ocupado, pero
llevo esperando toda la vida. Yo espero. No se preocupe. Ya sé que han pasado
dos días. Sigo esperando. Sí, sí, un mes es mucho tiempo, pero vivo en España.
No tengo trabajo. No cuelgo, tranquilo. ¿Que ahora se pone? Lo mismo me dijo
hace tres meses. No, pero a este paso voy a tener tiempo de conseguir un
empleo. No se apure. Era una broma. Oiga, oiga, ¿es usted Dios? Sí, habla con
G. Job era más paciente, no me diga eso. La santidad no va conmigo. ¿Que ya lo
sabe? Mira que bien. Verá, llamaba para pedirle un favor. Todo está en su mano;
no sea modesto. Ah, ¿usted lo sabe todo? Pues me podía haber ahorrado la
llamada. Ya, ya. O sea, que tiene 115.154.333.789.584 peticiones más urgentes
que la mía. ¿Y no podría multiplicarse o algo? Ya sé que no es usted un pez ni
una hogaza de pan, pero con esa lista de espera podía usted tomar medidas.
Sería como una señal que espera un puñado de personas desde hace siglos. No sabe
usted qué tranquilidad iba usted a provocar. Bueno, vale, que ya verá usted lo
que se puede hacer ¿no? Mucha Biblia y mucho catecismo, pero a la hora de la
verdad es usted como todos. No me pongo farruco. Que sí, que sí, pero por mucho
que quiera usted buscar excusas esto es insoportable. ¿Que tengo toda la
eternidad? Bueno, vale, que sí, que ya está todo dicho. Adiós. Adiós.
G. Ramírez
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