Hacerte mayor y sentirte vivo

A medida que pasa el tiempo, cuando uno se siente maduro (mayor), las emociones son otras.

He aprendido que la grandilocuencia de las ideas, las prisas por llegar y la belleza como último objetivo, es cosa de jovencito atolondrado.

He aprendido que saber estar solo, asumirlo y disfrutarlo, es una excelente forma de vida.

He aprendido a preguntarme quién soy sin encontrar respuesta, a escuchar a otros cuando hablan de mí sin dar demasiada importancia a lo que dicen. Lo que llega de fuera ha dejado de tener importancia salvo en contadas excepciones. Lo que sale de dentro buscando refugio en otro es un grito de socorro al que nadie acudirá.

Lo pequeño que está dentro debe quedarse donde está porque es el soporte de uno mismo. Lo pequeño es lo nuestro, lo más íntimo; eso que a nadie le interesa, eso que nadie conoce ni debería conocer jamás. Lo pequeño que llega de fuera es eso que interiorizamos con rapidez poniendo a salvo un sonido, la imagen que otros nunca verán o la angustia de todos para hacerla propia.

Ahora, sentirse vivo cuenta. Antes estar vivo era suficiente.

Todos somos iguales. Seres que se buscan en respuestas improbables, que sobreviven gracias a que las emociones van cambiando y haciendo soportable esto de vivir. Todos somos iguales, se pongan como se pongan. Uno por uno intentamos hacer realidad la vieja meta de llegar vivos al instante siguiente, al lugar en el que las pequeñas cosas de cada uno sean lo importante.

A medida que pasa el tiempo siento menos miedo por algunas cosas. Por mí mismo, por el futuro, por un éxito que nunca llegará, por los fracasos ya vividos. Y siento mayor atracción, casi obsesiva, por las cosas que parecen insignificantes.

A medida que pasa el tiempo me hago viejo y siento que es así; ahora sí lo percibo con claridad. Soy capaz de colocar cada cosa en el lugar que más me gusta. Ajeno al resto, pero sabiendo que mi importancia es la de todos, que el mundo funciona porque uno a uno lo hacemos.

A medida que pasa el tiempo renuncio a lo que creía esencial y me quedo con lo que necesito para tirar de la palanca que mueve mi mundo.

G. Ramírez

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