Me gustas tú
Me gusta tener la certeza de
haber conseguido hacer realidad buena parte de mis sueños. En realidad, todos.
Y me gusta pensar en cómo fue. La buena fortuna siempre me arropó.
Me gusta pasear junto a Gaia, la preciosa ejemplar de bulldog que vive en casa con nosotros. En silencio,
pendiente de ella, sintiendo que el vínculo que nos une es tan poderoso que
resulta difícil de explicar.
Me gusta charlar con los buenos
amigos porque terminan entendiendo tus problemas, tus preocupaciones, tus
errores y obsesiones. Sólo los que son amigos verdaderos lo hacen sin que se lo
pidas y sin grandes dificultades.
Me gusta entrar en casa sabiendo
que siempre hay alguien esperando.
Me gusta preocuparme de los
otros. Mi esposa siempre dice que me he pasado la vida en busca de alguien a
quien cuidar. Es posible que tenga razón. Y me gusta hacerlo porque creo que
una de las dos o tres cosas a las que venimos a este mundo es esa.
Me gusta pensar en la muerte como
un tránsito hacia el infinito porque estoy convencido de que el ser humano es
un ser finito con gran vocación de eternidad. Y eso me hace feliz y me permite
pensar que eso de morirse no es tan catastrófico. Además, creo en Dios y eso me
tranquiliza.
Me gusta, me hace feliz escribir.
Jugar con las palabras, buscar soluciones con el lenguaje en momentos en los
que te va la vida dependiendo de lo que digas. Me gusta inventar historias y
convertirlas en algo que le permita a otros explicarse la realidad, lo que les
ocurre cada día.
Me gusta escuchar música en directo.
Si algo me permite levantar el vuelo en los malos momentos, si algo me permite celebrar
la vida, es el jazz, la ópera, la zarzuela…
Y me gustas tú cuando lees lo que
escribo, cuando te descubres leyendo, intentando intuir qué es cierto de todo
esto, cómo se me habrá ocurrido escribir algo así, cómo lo hubieras hecho tú si
hubieras pensado lo mismo, si me conoces algo mejor después de terminar el
texto o si todo es una fantasía. Intentas descubrirte en alguna frase en la que
buscas una intención que quizás no existe.
G. Ramírez
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